jueves, junio 21, 2012

La primera batalla de una larga guerra que incluye la sucesión en Argentinaa

 

El kirchnerismo sólo acostumbra a perder la compostura cuando siente desafiado su poder. Con ese mismo reflejo, aunque al kirchnerismo se lo haya llevado su marido a la tumba, reaccionó Cristina Fernández ante el malhumor social que siembra el paro de transporte de combustible dispuesto por la familia Moyano. Lo lanzó Pablo, el secretario adjunto del gremio camionero pero lo avaló Hugo, el líder natural y secretario general de la CGT. Aquel desafío del poder K encierra varias cosas.

Desnuda, por un lado, los límites objetivos de movilización callejera que tiene el oficialismo cuando los sindicatos –o los intendentes del conurbano– no son de la partida. La Cámpora es una ambiciosa estructura que se desenvuelve en los pliegues burocráticos del Estado, que puede organizar, incluso, algún nutrido y festivo mitin pero que no se erige, de ningún modo, en un contrapoder.

La Presidenta y su círculo carecieron de una política preventiva para neutralizar el desafío sindical que se veía venir. Debieron recurrir a los gendarmes para intentar desalojar las plantas bloqueadas y distribuir combustible. El mismo desafío descubre las notorias anomalías políticas y de gestión del Gobierno que el exacerbado personalismo de Cristina no alcanzan a disimular. Amado Boudou demostró, por ejemplo, carecer de autoridad política y moral para enfrentar el conflicto con Moyano en ausencia de la Presidenta. Seguramente amenazó con aplicar la Ley de Abastecimiento por mandato presidencial.

Pero pudo haberse tomado el trabajo, al menos, de averiguar que la aplicación de aquella norma sería de elevada complejidad. Quedó en desuso hace décadas. Para su aplicación en los 90, también por un paro de los camioneros, Carlos Menem debió recurrir a un DNU. El poder de Boudou, en una circunstancia brava como ésta, pareció además derretirse como un helado bajo el sol.

Los Moyano sacaron a relucir sus cuentas pendientes con la Justicia, en especial por el caso Ciccone, y Boudou debió abandonar rápido el campo de batalla.

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