martes, junio 19, 2012

Los enemigos del euro otra vez fracasan


 El principal derrotado de las elecciones griegas es el club de los enemigos del euro. Porque el grueso de los votantes y de los partidos que se presentaban militaron por la permanencia de Grecia en la moneda única. Otra cosa, de distinto nivel, es la apuesta por renegociar y suavizar el segundo plan de rescate.
No es que el euro ni siquiera la Unión Europea (UE) sean indestructibles e irreversibles. Contra lo que sugieren sus textos fundacionales, podrían capotar, quebrar y disolverse. Y es sano, también para los europeístas más fervientes, plantearse que ese escenario impensable es posible. Esa es una gran lección de esta crisis.
Otra es que hay algo más fracasado que el europeísmo: el antieuropeísmo. El peor momento de los euroescépticos llegó en los 90, cuando los últimos socios escandinavos de la Asociación Europea de Libre Cambio propiciada por Londres como rival librecambista de la Europa comunitaria (hoy UE) se rindieron y adhirieron a ésta.
El segundo gran revés llegó ayer. Los decrépitos antieuropeos encontraron en la eventual quiebra del euro un lema para resucitar. Y si en diez años el éxito de la moneda los disminuyó, en los dos últimos su pésima gestión los agrandó: se formó un auténtico frente multiforme antieuro.
Si con esta cruel crisis, la dureza de los planes de austeridad, la indignación griega, la poca cintura del país líder, el contagio del pesimismo a los países más unionistas y el catastrofismo de buena parte de la academia... si con todo ello el euro sólo exhibe problemas brutales de arquitectura y gestión, pero no murió, es que es mucho más fuerte de lo imaginado.
La evidencia en los últimos días de que el peligro de contagio sería mucho más devastador del imaginado podría ser la causa. Pero las razones profundas de la resistencia de la UE y de su moneda a la catástrofe y la desaparición son más trascendentales.
La primera es la conocida teoría del mal menor, el escenario de la "no Europa", el miedo a lo desconocido o a lo demasiado conocido. No entusiasma, es cierto. Pero conviene recordar que fue ése el principal motivo para crear la Europa comunitaria: huir de la rivalidad y guerra de los Estados-nación. La segunda es que una ruptura de la eurozona afectaría, y mucho, a la integridad del mercado interior. Y la mella de éste, a la UE entera.
Pero la razón clave para la continuidad y supervivencia radica en otro lugar: la voluntad de los ciudadanos. Las últimas dos grandes encuestas, del Eurobarómetro y la del Pew Research Center, demuestran que los europeos están enfadados con la UE, el euro y la gestión de ambos. Pero que ni en la peor de las pesadillas apostarían por sus alternativas.

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