lunes, junio 18, 2012

¿Qué se puede hacer para salvar a Europa?

 

Amanece el lunes y el mundo no se ha acabado. Incluso el euro, de momento, sigue intacto. Los griegos, sobre cuyas elecciones se posaron ayer los ojos de toda Europa, terminaron votando más con el miedo -a su expulsión del euro, a la caída libre, al corralito con el que amenazaba Bruselas- que con la rabia -ante los sacrificios constantes, los severos programas de austeridad, los fallos de los dos partidos mayoritarios- lo que se tradujo en más apoyos a los conservadores de Nueva Democracia, que probablemente conformen Gobierno con los socialistas del Pasok, que a la coalición de izquierdas Syriza, que se quedó a las puertas del cielo.

La resistencia de este último partido a aceptar las exigencias que conlleva el último rescate del país -recortes, despido de empleados públicos, reformas estructurales- hacía pensar que su victoria podría derivar en un fuerte enfrentamiento con Berlín y terminar con la salida de Grecia del euro. Con las imprevisibles consecuencias que tendría expulsar a un socio de la eurozona. Nada de eso ha ocurrido. Los mercados, sin embargo, lejos de tranquilizarse han retomado su habitual embestida. La escalada de la prima de riesgo española sigue tan imparable como la pasada semana, cuando se comprobó que la petición de un rescate comunitario para la banca no era garante de nada.

El termómetro del riesgo país ronda esta mañana los 570 puntos, en un nuevo record que acompaña a la subida del bono español a 10 años por el que se pide en el mercado secundario un interés de más del 7%. La llamada barrera de no retorno, por encima de la cual ningún país ha resistido más que unas semanas sin ser rescatado. ¿No hay nada entonces que vaya a calmar a los mercados? ¿Está todo perdido? No. Aun existen alternativas que ayudarían a tranquilizar la situación: - Compra de bonos: Un programa de compra masiva de deuda pública por parte del Banco Central Europeo -que ya se hizo con cantidades ingentes de bonos españoles e italianos en otros periodos de tensión- rebajaría el interés que se exige en los mercados, reduciendo la prima de riesgo y mejorando el acceso a financiación.


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