Sin entrar a calificar las acusaciones, las intenciones ni las características del personaje, ni de sus detractores, debemos reconocer que el asunto Assange es polémico por donde sea que se lo mire.
Por eso en este artículo solo quiero hacer un pequeño análisis de una de las aristas del problema. Tal vez no el más grave, pero sí el que más me preocupa como ciudadano de esta pequeña república: el manejo de la política internacional del Ecuador.
La decisión del Gobierno ecuatoriano de dar asilo al ahora famoso Julian Assange nos vuelve a poner en el ojo de un huracán internacional; cosa que no sería tan mala, si no hiciéramos gala de una serie de desaciertos continuos en esta materia. Rompemos relaciones con Estados Unidos y Colombia; nos unimos a Irán y Rusia; nos salimos o presionamos con salirnos de organismos multilaterales porque no se someten a nuestros antojos; cuestionamos a funcionarios de otros estados; arengamos a funcionarios de otros estados. Y así, una larga lista de lo que por ahí llaman causales de “vergüenza ajena”.
Una de las cosas que de inicio más llaman la atención es la falta de conocimiento de las instituciones y conceptos, por parte de los funcionarios del Ministerio de Relaciones Exteriores. Al menos eso parece, cuando el mismísimo canciller sale al mundo a rendir unas declaraciones tan lamentables como las que hemos presenciado.
Entre otras perlas, aún no me explico cómo un Gobierno soberano se atreve a descalificar la justicia de otro, también soberano. O será que Suecia es un país en vías de desarrollo con antecedentes de violaciones procesales escandalosas y no nos hemos enterado?
La intencionalidad de los países involucrados, insisto, no es materia que podamos analizar, pues siempre estaremos dentro de un plano subjetivo. Pero atrevernos a señalar a un país por la falta de garantías judiciales que ofrece, es por decir lo menos una audacia, sobre todo en los tiempos que vivimos por este lado del planeta. Recuerdo que decían las abuelas que era el colmo “cuando el burro llamaba orejón al conejo”.
Usando frases registradas, “prohibido olvidar” que a un conocido director de un medio de comunicación asilado en una embajada, le ofrecieron unos dólares para tomar un taxi al aeropuerto; mientras en el tema Assange con fuerza y autoridad exigimos un salvoconducto del gobierno británico.
También sorprende cómo nos proclamamos defensores de derechos que internamente no respetamos. Linda imagen la de un país que pretende encerrar a sus periodistas, pero pelea por los de otros. Eso no lo perdonan afuera. Los que no tienen miedo comienzan a cuestionarlo en todos los foros.
El efecto de imagen que se pretendía conseguir con la magnanimidad del asilo parece haberse vuelto un bumerán, que escudriña en la historia contemporánea del Ecuador; la cual no es tan impoluta en materia de derechos humanos, como se grita desde Carondelet.
Pareciera entonces que la política exterior obedece a conveniencias de momento; y que al igual que otras muchas cosas en el ámbito interno, el respeto a las instituciones depende del lado en que estemos parados. En Londres hay que defender la libertad de expresión; en Ecuador, no tanto. Que los otros cumplan sus obligaciones internacionales, que todos apliquen los tratados. Nosotros somos soberanos, ya veremos si nos conviene…
Fuente. DIARIO EL UNIVERSO DE GUAYAQUIL
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