Si alguien lo ignoraba, una simple decepción en estas épocas de crisis
puede causar un sismo financiero de dimensiones planetarias. El italiano
Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo (BCE), sintió ayer
esa amarga experiencia al provocar el estrepitoso derrumbe de todas las
bolsas europeas y de Wall Street, la caída del euro frente al dólar y un
repunte de las tasas de descuento que debieron consentir los países más
frágiles de la zona euro -Italia y España- para negociar sus títulos
de deuda a 10 años.
Ese episodio sirvió para confirmar que la economía
reposa, esencialmente, sobre la confianza. Pero, al frustrar las
expectativas que había creado una semana antes, colocó la zona euro al
rojo vivo y abrió las compuertas para una nueva ola especulativa de
incalculables proporciones.
Las ilusiones que permitieron bajar la temperatura de
los mercados habían comenzado ayer, cuando Draghi afirmó que estaba
dispuesto a "hacer todo lo necesario para preservar el euro". Detrás de
esa promesa, arrastró a la canciller alemana, Angela Merkel; al
presidente francés, François Hollande, y al jefe de gobierno italiano,
Mario Monti, que dejaron abierta la posibilidad de una acción
concertada.
El presidente del Banco Central alemán, Jens Weidmann,
argumenta que ese tipo de acciones equivale a financiar los déficits
públicos de los Estados, lo que está prohibido por los estatutos del
BCE. Dio a entender incluso que el Bundesbank está dispuesto a vetar
oficialmente ese plan.
El primer ministro finlandés, Jyrki Katainen, uno de
los jefes de gobierno más integristas de la zona euro, también impugnó
esa idea y desechó la posibilidad de que las intervenciones en el
mercado se realicen a través del Fondo Europeo de Estabilización
Financiera (FEEF) o del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE). "En
poco tiempo [esos organismos] se quedarían sin dinero", advirtió
anteayer cuando recibió a Monti.
Acorralado entre los mercados y las presiones alemanas,
Draghi adoptó la actitud más peligrosa, que consiste en no hacer nada.
Por un lado, aplazó decisiones impostergables con la ilusión de que
Alemania y otros países intransigentes cambien de opinión a fin de
restablecer el consenso para instrumentar las medidas necesarias que le
permitan cristalizar sus intenciones.
Por esa razón, Draghi se esforzó en destacar que la
determinación de "hacer todo lo necesario para salvar la zona euro" se
había adoptado por unanimidad. Pero los mercados interpretaron otra
cosa: para evitar una crisis en la cúspide del BCE, todos estuvieron de
acuerdo en no hacer nada.
El Bundesbank está dispuesto a poner en juego toda su
influencia para imponer su opinión: en una entrevista publicada anteayer
-sólo 24 horas antes de la reunión del BCE-, Weidmann explicó que el
"Buba" (el Bundesbank) no era simplemente uno de los 17 bancos centrales
que integran el BCE.
"Somos el mayor y más importante banco central del
eurosistema y tenemos más influencia que muchos otros bancos centrales
del eurosistema. Esto significa que tenemos un rol distinto", comentó,
haciendo pensar que hablaba de una misión divina.
Draghi, sabiendo que sus ideas se estrellan contra un
muro, pidió "cobertura aérea" -como se dice en operaciones de guerra-,
afirmando que, para que el FEEF pueda actuar, es imprescindible que "los
países [interesados] soliciten la ayuda" a cambio de condiciones
específicas.
España e Italia, que ayer decidieron actuar
conjuntamente para protegerse las espaldas, se rehúsan a tomar la
iniciativa de un pedido de rescate para no quedar sometidos -como
Grecia- a la tutela de la Comisión Europea, el BCE y el FMI.
En tercer lugar, Draghi dio a entender de varias
maneras que no está dispuesto a hacer el trabajo sucio de los gobiernos,
únicos capaces de desbloquear la intransigencia alemana y el
inmovilismo que paraliza al BCE. "El BCE no puede sustituir a los
gobiernos", insistió. "El Banco Central no puede resolver los problemas
políticos."
"Queremos reparar los canales de transmisión de la
política monetaria. Pero [?] la política monetaria no es suficiente para
alcanzar estos objetivos si no hay actuación de los gobiernos", reiteró
en forma mucho más explícita.
Después de tomar un café esta semana en Fráncfort con
Jens Weidmann, Draghi está convencido de que sólo una intervención
política de muy alto nivel puede permitir que el "Buba" flexibilice el
dogma basado en su aversión al riesgo, la defensa de la estabilidad de
la zona euro y la lucha contra la inflación.
Draghi salió de esa reunión con la certeza de que el
Bundesbank defenderá su posición con uñas y dientes. "Debemos continuar
usando todos nuestros recursos en todos los niveles para defender
aquellas posiciones en las que creemos y que van a asegurar que la unión
monetaria sigue siendo una unión estable", advirtió en su entrevista
anteayer.
Este bloqueo encierra al BCE en un callejón sin salida
por lo menos hasta septiembre, con el riesgo de que en el próximo mes
los mercados entren en una nueva espiral de especulación que podría
provocar el derrumbe de España o Italia si no cuentan con suficiente
protección. Eso es, tal vez, lo que espera Draghi, convencido de que
Europa en general y Alemania en particular sólo se mueven cuando el agua
les llega al cuello.
Fuente. DIARIO LA NACIÓN DE BUENOS AIRES
No hay comentarios.:
Publicar un comentario