jueves, agosto 09, 2012

El BCE suministra una nueva dosis de anestesia


¿Es fiable el rebote? Esta es la nueva pregunta de moda entre los inversores. La remontada de los mercados propiciada por la finalmente confusa actuación de Mario Draghi suscita numerosas dudas, aunque desde luego está proporcionando un alivio temporal en las bolsas al haberse generado una razonable expectativa de que los países con problemas podrían recibir próximamente algún tipo de ayuda. 

La ya famosa sentencia lapidaria del gobernador del BCE “Believe me, it will be enough”, aunque probablemente involuntaria, podría pasar a la historia como una de las mejores intervenciones verbales de los mercados pronunciadas por un responsable de un banco central. Para su sorpresa, los inversores le tomaron la palabra a pies juntillas, esperando una garantía explícita e inequívoca para la deuda problemática de la eurozona. 
Nada más lejos de la realidad. Draghi terminó por sembrar la confusión poniendo sobre la mesa, con muy pocas concreciones, un plan de ayuda descafeinado al servicio de los intereses alemanes, como ya viene siendo habitual. La actuación del BCE desconcierta e incluso despierta comentarios irónicos fuera de las fronteras de la zona euro por su escaso pragmatismo y su calculada presión sobre España e Italia. Esta nueva fase de “rescate” deberá oficializarse nuevamente para su puesta en marcha. Ya saben, sin la pérdida del orgullo patrio no habrá ningún tipo de asistencia. Además, esta asistencia se limitará a la financiación con un plazo máximo de dos años. Con esta premisa, Alemania ata muy en corto a España en la consecución de objetivos y mantiene la tensión en los tipos de deuda a largo plazo, lo que a buen seguro va a seguir permitiendo al gobierno alemán acudir al mercado a tomar dinero prestado a los actuales precios de ganga. 
El plan sugiere que a diferencia de lo que ocurrió con Grecia, la intervención del BCE a través del SMP se produciría esta vez sin “seniority”, es decir subordinándose a los actuales tenedores de deuda, pero a día de hoy esto no está garantizado categóricamente. Tampoco detalla el volumen del plan ni su intensidad, y si finalmente dichas compras no se producen sin esterilizar el impacto sobre los mercados podría ser aún más discreto.
Por el momento da igual, el mes de agosto es un mes ciertamente imprevisible, y se ha instaurado públicamente una creencia más o menos cierta: España necesita ayuda en un par de meses y cada día que pasa está más cerca de solicitarla públicamente como se le exige. No quedaría más remedio. Eso sí, este nuevo programa de asistencia llevaría aparejadas condicionalidades macroeconómicas supuestamente menos exigentes que las sufridas por el resto de países rescatados, lo que permitiría al Gobierno aparentar que no  ha perdido soberanía económica al tiempo que conservaríamos en mayor o menor medida el acceso a los mercados primarios de deuda. Esta última sería la principal característica que nos diferenciase de Grecia, Irlanda o Portugal. 
Pues, bien, esta posible solución de las acuciantes necesidades de refinanciación de España se está traduciendo en un nuevo episodio de anestesia en las bolsas, y simultáneamente en un voraz apetito inducido por las letras del tesoro español que ya está comenzando a frenarse. El plan de Draghi será evaluado una y otra vez por los mercados en los próximos días, y estos serán capaces de encontrar su punto débil.
 Solucionada la financiación, que es requisito “sine qua non”, persiste el verdadero problema de la economía española: el crecimiento, que ni está ni se le espera. Ahí están las dolorosas previsiones que recientemente ha publicado el departamento de estudios de BBVA augurando dos años más de depresión. Mientras el Gobierno se afana por cumplir las exigencias de Bruselas en materia de gasto, se olvida de fomentar la actividad económica y de centrar sus esfuerzos en el diseño de un plan creíble que permita a nuestra economía relazar su potencial productivo. Si no se vuelcan esfuerzos en esto, de nada servirán los ajustes de gasto porque se tornarán insuficientes ante una recaudación cada vez más escasa. 
Así las cosas, habrá que ver cuanto dura esta última dosis de “anestesia financiero-verbal” que ha prestado Draghi y que nos permite ganar algo de tiempo, un tiempo que deberán aprovechar tanto España como Italia para devolver a sus economías a la senda del crecimiento y la competitividad.

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