El reconocimiento de la oposición de Siria, dentro de un proceso que guarda algunas semejanzas con el ocurrido en Libia, es el último paso en un ascenso hacia una mayor implicación de Estados Unidos en la guerra en ese país, aunque oficialmente no constituye la antesala de la entrega de armas a los rebeldes o de la intervención militar directa.
El anuncio de Barack Obama de que la agrupación de fuerzas sirias conocida como Coalición Nacional de Fuerzas Revolucionarias y de Oposición de Siria constituye “el legítimo representante del pueblo sirio” fue sucedido el miércoles por un informe de fuentes norteamericanas relevantes, aunque anónimas, de que el Gobierno sirio había utilizado por primera vez misiles Scud contra la población.
Ese extremo no ha sido confirmado ni desmentido por el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, amparándose en que no podía comentar datos de los servicios de inteligencia. Pero añadió que, “de ser cierto, significarían el último acto de desesperación del régimen y una prueba de la depravación de Bachar el Asad y sus secuaces”.
Hoy esa posibilidad no se ve inmediata, pero sí más cercana que ayer. Estados Unidos, cuya decisión será decisiva para marcar el curso de la comunidad internacional en esta crisis, observa cómo se le cierran las opciones de contener el deterioro de la situación en Siria, al mismo tiempo que crece el peligro de que esa guerra degenere en contra de la estabilidad de la región y de los intereses de Estados Unidos. La idea de que algo habrá que hacer se va abriendo paso en Washington, pese a la resistencia de los principales órganos de la Administración implicados: Casa Blanca, Pentágono y Departamento de Estado.
Lo ideal para Washington sería que este modelo de actuación, la presión diplomática unida a la amenaza velada de que podría recurrirse a la fuerza, sea suficiente para que el Ejército sirio se vuelva contra Asad y ponga fin a un conflicto que ha costado ya 40.000 muertos. Pero esa es una posibilidad que se escapa al pleno control de EE UU.El portavoz presidencial insistió ayer en que, por ahora, la estrategia sigue siendo la de proveer asistencia humanitaria a la oposición y coordinar otras medidas con el resto de los países interesados. Pero cada día surgen indicaciones de que EE UU se prepara para otros escenarios. El secretario de Defensa, Leon Panetta,ha reconocido que se contemplan “planes de contingencia” ante la aparición de armas químicas. Varios medios de comunicación norteamericanos han informado recientemente de que instructores privados de EE UU están asesorando militarmente a los rebeldes sirios y que diferentes funcionarios, con y sin uniforme, han estado en contacto discreto con representantes de la oposición siria considerando diversas alternativas.
En el caso de Libia, el proceso fue conducido con la plena aprobación del Consejo de Seguridad de la ONU, algo que no ha sido posible todavía con Siria por la negativa de Rusia y China, países con derecho de veto. EE UU está trabajando para vencer la resistencia de Rusia, y parece haber obtenido algunos progresos. Con Rusia del lado de quienes abogan por el final de Asad, se multiplicarían las posibilidades de que el régimen cayese sin necesidad de una intervención militar.Mientras tanto, se van dando pasos en una dirección similar a los que se dieron en Libia, que acabaron en bombardeos sobre las tropas de Muamar Gadafi. El reconocimiento de la coalición opositora ayuda a evitar un vacío de poder en el que caso de que Asad sea finalmente depuesto. Ese reconocimiento se ha hecho con la precaución de identificar previamente como organización terrorista a uno de los grupos que pelea contra el régimen, Jabat al Nusra, para evitar algunos problemas que han surgido después, precisamente, en Libia.
Fuente. DIARIO EL PAÍS DE ESPAÑA
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