domingo, marzo 31, 2013

El belicismo del Norte, una rara táctica de negociación


En todo el territorio de Corea del Norte, los soldados se preparan para la batalla y cubren sus jeeps y sus camiones con red de camuflaje. Se ven carteles recientemente pintados que piden "muerte a los imperialistas de Estados Unidos" y exhortan a la gente a pelear "con armas, no con palabras".
Pero aunque el líder norcoreano Kim Jong-un lance gritos de batalla para que sus generales preparen los misiles contra Estados Unidos o entren en "estado de guerra con el Sur", tanto él como su ejército saben bien que un ataque exitoso contra objetivos norteamericanos o surcoreanos sería un suicidio para su régimen.

Pese a que las recientes amenazas parecerían estar llevando a la región a un conflicto armado, el objetivo de Pyongyang es forzar a Washington a sentarse a la mesa de negociaciones, presionar a la nueva presidenta de Corea del Sur, Park Geun-hye, a cambiar su política hacia el Norte y consolidar apoyo doméstico al régimen sin desatar una guerra.

Corea del Norte quiere dejar en claro la precariedad del armisticio establecido para mantener la paz en la península coreana, una tregua que Pyongyang anunció recientemente que ya no seguiría cumpliendo.
La Zona Desmilitarizada que se estableció terminada la guerra entre las Coreas se fue convirtiendo en la frontera más fuertemente custodiada del planeta. Nunca fue pensada como algo permanente. Pero seis décadas después, Seúl y Pyongyang siguen divididas, y el Norte se siente abandonado por el Sur en su búsqueda por la reunificación y amenazada por Estados Unidos.

Hace semanas que Estados Unidos y Corea del Sur vienen ostentando su poderío militar, con ejercicios conjuntos que Pyongyang ve como ensayos para una invasión. El jueves pasado, las fuerzas armadas norteamericanas confirmaron que de esos ejercicios militares participaron dos bombarderos indetectables B-2 con capacidad nuclear.

Fue una demostración de fuerza de Washington, destinada no sólo a Pyongyang, sino también a Pekín. Kim reaccionó sin demoras: ordenó a sus generales que se prepararan para atacar en caso de que los norteamericanos insistieran en su accionar y entró en "estado de guerra".

Corea del Norte argumenta que la amenaza militar norteamericana es la principal razón que explica su necesidad de construir armas nucleares y lo que realmente quiere es legitimarse a los ojos de Estados Unidos, y un tratado de paz.

Narushige Michishita, director del Programa de Seguridad y Estudios Internacionales del Instituto Nacional de Estudios Políticos de Japón, no está convencido de que Corea del Norte tenga la capacidad armamentística para atacar territorio continental norteamericano. Michishita dice que Pyongyang no ha realizado pruebas exitosas con misiles balísticos intercontinentales.

Más probable, sería una serie de incidentes de menor escala, tal vez en las aguas occidentales de la península, que podrían provocar una contundente respuesta militar norteamericana. Por amenazante que suene el llamado a las armas de Kim, sus palabras podrían estar dirigidas a las masas de su propio país.
Hace meses que los cerebros de la propaganda norcoreana señalan que el 60° aniversario de la guerra, que se cumple este año, es un momento ideal para resaltar la credibilidad militar de Kim, así como para presionar por un tratado de paz.

En la propia Pyongyang, gran parte de esa retórica militarista parece un poco teatral. En una sociedad fuertemente militarizada, no es raro ver personas llevando rifles, pero las más de las veces, esas armas son de utilería y los "soldados" son los bailarines que ensayan un gran espectáculo inspirado en la Guerra de Corea. Más de 100.000 soldados, estudiantes y trabajadores se reunieron anteayer en el centro de Pyongyang para alzar su puño en apoyo al régimen. Pero en otras partes, donde los trabajadores ya lo han oído todo, la vida seguía como siempre.

"Todos los años, en la época de los ejercicios militares conjuntos de Estados Unidos y Corea del Sur, las tensiones recrudecen, pero no bien esas operaciones terminan, las cosas vuelven a la normalidad", dijo Sung Hyun-sang, presidente surcoreano de una empresa de indumentaria que funciona en la ciudad fronteriza de Kaesong. "Pienso y espero que esta vez no sea la excepción."

FUENTE: DIARIO LA NACION DE BUENOS AIRES

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