martes, mayo 17, 2005

Tiempo de inflexión

El editorial del diario boliviano Los Tiempos se ocupa de la siguiente materia:

La fecha está llamada a producir una inflexión en la República, sea para zafarse del laberinto en que se encuentra, o para caer en el caos. De la posición que el presidente Carlos Mesa adopte hoy ante la Ley de Hidrocarburos sancionada por las cámaras legislativas dependerá la suerte de los dos principales órganos del Estado, contra quienes se desató ayer un dispar movimiento contestatario radicado principalmente en el altiplano, demandando ya no sólo la promulgación de ese instrumento, sino la nacionalización de las reservas hidrocarburíferas, el pago de regalías de 50 por ciento de parte de las empresas petroleras, el cierre del Congreso y, por si fuera poco, hasta la renuncia del mandatario, seguida del adelanto de elecciones generales, según el origen de cada una de las exigencias. La primera jornada de movilización desde Caracollo y El Alto hacia la sede de gobierno, previamente anunciada por sus promotores objeto de inusitada cobertura periodística, se caracterizó tanto por su falta de coherencia, denotando inclusive diferencias entre aquellos y su afán de protagonismo, cuanto por las acciones de la fuerza pública, que prevenida del intento de una de las marchas iniciada la semana pasada de ingresar a la plaza Murillo, no trepidó en emplear gases y estrenar su equipo lanza aguas para neutralizar y correr a los manifestantes, con energía que sectores de la ciudadanía paceña consideraron extemporánea tomando en cuenta que en anteriores ocasiones primó la permisividad de la institución y del Ejecutivo frente a las medidas de protesta. En Cochabamba el bloqueo de la carretera a La Paz en el sector de Parotani y el traslado de los cultivadores de coca al vecino departamento, fueron las expresiones notorias de la caminata que pretende llegar a esa ciudad en una semana, sin que empero ello la libre de la presión desencadenada por la Central Obrera Boliviana y la Federación de Juntas Vecinales de El Alto, con amenazas de distinta índole.
Por contrapartida, el desconcierto se apoderaba de la opinión pública sensata del país, atenta la diversidad de los objetivos contenidos en el discurso de los activistas que dicen representar a la mayoría de la población. Peor todavía, se escucharon pronunciamientos de analistas del acontecer nacional en el sentido de que el Presidente había agotado todos sus recursos para permanecer en el ejercicio del mando y que no le quedaba sino dejar sus funciones abriendo un nuevo escenario electoral. Este panorama es fruto de la deuda social que se arrastra desde hace décadas en Bolivia, así como de la crisis económica que durante los últimos cinco años y medio las administraciones que detentaron el poder no han podido conjurar, circunstancia que repercute en el ámbito político y en grupos radicales que ven las soluciones únicamente en el desastre y a cualquier costo. La fecha está pues llamada a producir una inflexión en la República, sea para zafarse del laberinto en que se encuentra, o para caer en el caos.

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