¿Cuál es el fin de las sucesivas olas de atentados que inyectan en sociedades prósperas el virus amenazante del miedo?, es la pregunta que intenta resolver Natalio R. Botana en un extenso artículo que trae hoy el diario argentino La Nación que es útil leer:
He tomado prestado el título de un viejo libro de Arnold J. Toynbee para encuadrar el paisaje traumático que actualmente abarca Europa y el mundo musulmán. Es curioso el destino de los libros y de las palabras. Durante la Guerra Fría y en el curso de los escasos años de euforia que siguieron a la caída del Muro de Berlín, la voz "civilización" no tuvo la relevancia impuesta actualmente por los impactos de la guerra y del terrorismo. Hasta hace pocas décadas se aludía a conflictos de ideologías o aun a enfrentamientos entre sistemas económicos. Posteriormente, de la mano de Samuel P. Huntington, el montaje teórico de un "choque de civilizaciones" recuperó atractivo como consecuencia de los nuevos conflictos que irrumpían en la escena planetaria. En estos días, a poco que se recorran los centenares de opiniones escritas luego de los recientes atentados en Londres (mucho más destacados en la prensa occidental, incluida la nuestra, que los que tuvieron lugar, por las mismas horas, en Bagdad), la opinión europea ha vuelto a interrogarse acerca del porvenir de su propia civilización: un espacio plural y diverso, pacífico, donde han surgido serios obstáculos frente al proyecto de integración económica y política. ¿Cuál es, en suma, el objetivo de estas olas sucesivas de atentados, aparentemente impulsados por Al-Qaeda, que atacan sofisticados sistemas de seguridad e inyectan en sociedades prósperas el virus amenazante del miedo? No hay, en rigor, un consenso para elaborar, al respecto, una respuesta uniforme. Esa clase de terrorismo, mezcla de fanatismo teocrático alimentado por el resentimiento étnico, dispone, hasta el momento, de un poder suficiente para hacer daño y matar, al precio, se entiende, del sacrificio de la propia vida de quienes ponen las bombas. Se sabe que esa matriz del odio racial y religioso se puede transmitir desde algunos centros de adoctrinamiento (las madrazas de las que tanto se habla), pero lo que todavía no se conoce con certeza es el proyecto político que anima esta aventura. Si es valedera la hipótesis que sugiere que el sueño político de Al-Qaeda consiste en la resurrección de una suerte de califato absolutista, capaz de imponer su interpretación tiránica del poder islámico a escala imperial, entonces resulta difícil concebir que semejante proyecto tenga alguna viabilidad política. A no ser que se produzca una regresión en el mundo hacia un estadio de brutal primitivismo, estas invocaciones a la guerra santa tienen escaso atractivo en un plano estrictamente numérico.
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