domingo, julio 31, 2005

Europa, vigilada por un nuevo "Gran Hermano"

Como consecuencia de los últimos atentados, la necesidad defensiva europea se dirige, a paso acelerado, hacia lo que hasta hace poco parecía sólo terreno de la ciencia ficción: un mundo vigilado por un “Gran Hermano”, pero con una tecnología que ni el propio George Orwell hubiese sido capaz de imaginar. La multiplicación de cámaras de circuito cerrado y de escuchas telefónicas, así como el acceso al correo electrónico, el archivo estatal de datos de correspondencia personal o la imprecisa “vigilancia de personas consideradas sospechosas” son alternativas que hoy se evalúan con seriedad en los principales países del bloque, temerosos de ser el próximo blanco del terror. En lo cotidiano, no mucho parece haber cambiado todavía para la mayoría de las personas. Pero los diarios no hablan de otra cosa, mientras, entre fascinado y horrorizado, el discurso político parece anticipar, a coro, el profundo cambio que se cuece sobre la sospecha colectiva de que habrá más ataques. Y que ni aun la más extendida red de vigilancia será suficiente para garantizar su frustración. "No creo que en este momento haya nada que se pueda hacer para facilitar la tarea contra el terrorismo", dijo públicamente el ex jefe policial británico John Stalker, mientras los ministros del Interior del continente se reunían en Bruselas para dar el primer paso en la construcción del inédito sistema de vigilancia. Europa está en una encrucijada: por un lado, teme al terrorismo. Por el otro, a que las medidas extremas que adopte contra el flagelo la lleven a cercenar los derechos individuales que caracterizan su forma de vida. De hecho, las voces críticas advierten contra el retroceso de libertades civiles que semejante tipo de medidas podría deparar. "La posibilidad de que nos monitoreen las llamadas, el correo personal y el electrónico nos pone a las puertas del Estado policial", dijo en Bruselas la parlamentaria italiana Lilli Gruber, al sintetizar una inquietud generalizada. "Yo a eso contesto que la principal libertad civil que debemos defender es la que tiene toda la gente de subir a un transporte público para ir a trabajar sin que corra el riesgo de volar por el aire en un atentado terrorista", refutó, en la misma ocasión, el ministro del Interior británico, Charles Clarke. De hecho, los ataques del 7 de julio en Londres -y la réplica que le siguió- parecen haber sido el gran disparador del estado de conmoción que vive la dirigencia europea y de su desesperada apelación a la tecnología como gran revisora de conductas "antisociales".

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