Este es el editorial del Periódico de Cataluyna en el día de hoy:
Londres digiere mal la confirmación de que los atentados fallidos podían haber sido tan demoledores como los de la primera vez, pues tres de los cuatro artefactos tenían la misma potencia que los que provocaron las carnicerías. El factor suerte --material defectuoso-- no oculta que las obsesivas medidas preventivas existentes demostraron ser ineficaces. Las imágenes captadas de los sospechosos no tapan, tampoco, el fracaso de que éstos en principio consiguieran escapar. La multiplicación de cautelas ahora multiplica la psicosis colectiva y provoca situaciones como la muerte a tiros, ayer, de un simple sospechoso. No se sabe muy bien si era un terrorista o un hombre que sencillamente se puso nervioso cuando fue interceptado por la policía. Pero lo peor de todo es la doctrina justificativa que hizo, tras los disparos, el alcalde Londres. Disparar a matar en caso de sospecha, vino a decir, está justificado en una alerta máxima. Es, casi, la ley del Oeste trasplantada al mundo democrático de hoy. Los policías con ametralladoras serán figuras habituales en nuestras vidas. Y los registros. Ayer empezaron los controles preventivos de bolsos en el transporte de Nueva York. La moda tardará muy poco en llegar aquí.
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