sábado, julio 30, 2005

Lula lanza una contraofensiva


Cargado de amenazantes nubarrones, el cielo empieza a despejar para Lula da Silva. Decididos a tender un cerco sanitario alrededor del gobierno, los miembros del núcleo estratégico ministerial trazaron varios caminos de salida a la crisis creada por las denuncias de corrupción. El primer paso, y tal vez más importante, será juntar el lunes o martes próximo a los grandes empresarios brasileños con el presidente. El plan es que conversen sobre la evolución del escenario político, sus reflejos sobre la economía y la necesidad de sacar al Congreso de la parálisis. El gobierno apunta a construir un blindaje real, desde el lado de los dueños de industrias y bancos, contra la inestabilidad que produjeron las revelaciones sobre los supuestos sobornos a los legisladores o ficialistas. Las preocupaciones de los poderosos de Brasil se hicieron sentir sobre el senador opositor Arthur Virgilio, del Partido Social Demócrata de Brasil (PSDB). Líder en el Senado de ese partido, Virgilio tuvo que dedicarse a atender llamados telefónicos y recibir en su despacho a los numerosos banqueros, inversores y empresarios, nacionales y extranjeros, que se acercaban alarmados por las dimensiones de la crisis. "A todos les dije que no vamos a promover el juicio político del presidente Lula da Silva. El tiene una base social importante", refirió el propio legislador. Las señales del cambio en la oposición la dio el ex presidente Fernando Henrique Cardoso quien negó, esta semana, que él promoviera un juicio político o la renuncia de Lula a presentarse como candidato a su reelecció n en octubre de 2006. Ayer, el senador Heráclito Fortes, del derechista Partido del Frente Liberal, aliado de los socialdemócratas, salió a declarar, después de una reunión con Cardoso: "Estamos convencidos de que la conspiración es inoportuna y antidemocrática. No vamos a profundizar la crisis para anticipar el mandato presidencial". El jueves, el presidente de la Corte Suprema, Nelson Jobim, había advertido que hay riesgo de desestabilización institucional. Sugirió que sectores de la oposición podrían querer extremar esa situación. ¿Por qué hubo una variación tan imprevista de lo que parecía una crisis con final dramático? La primera respuesta es la económica: a los mercados financieros no les gustaba el cariz que tomaban los acontecimientos. Sobre todo porque el gobierno de Lula aseguró 30 meses de calma y altos rendimientos que nadie quiere rifar por aspiraciones políticas de terceros. Y en lo político hubo un dato central: las investigaciones de la corrupción revelan que el Partido de los Trabajadores son nuevos en estas prácticas de manejar recursos clandestinos y que las demás agrupaciones lo practicaban desde hace mucho más. El actual presidente de la PSDB, Eduardo Azeredo, ya usaba el mismo mecanismo (y la misma gente) de la que después se sirvió el PT. Lo que queda claro, estos días, es que una enorme mayoría de partidos políticos apeló a los servicios del empresario Marcos Valerio Fernandes de Souza, apuntado como el principal operador de los fondos no declarados del PT. El presidente brasileño confía en cerrar un acuerdo con el Congreso que permita retomar las votaciones de medidas urgentes: la reforma tributaria y el Estatuto de la Micro y Pequeña Empresa. No sólo esto: ya está en curso un paquete de inversiones en carreteras. Se sabe que las primeras rutas en ser beneficiadas con ese plan serán la que va de San Pablo a Curitiba y la que recorre de San Pablo a Belo Horizonte. De paso, Lula apuesta a reconquistar la confianza del electorado paulista.


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