Una nutrida representación de líderes árabes y extranjeros ha participado en Riad en las austeras ceremonias funerarias por la muerte del rey Fahd, fundador de la Arabia Saudí moderna. España no ha enviado ninguna delegación, aunque fuentes de la Casa Real prevén que el Rey Juan Carlos viaje al país en las próximas horas, cuando reciban información de las autoridades saudíes sobre el calendario de actos. Mandatarios de Oriente Próximo, como los presidentes de Egipto, Hosni Mubarak, Irak, Yalal Talabani, la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, Afganistán, Hamid Karzai, Pakistán, Pervez Musharraf, o Argelia, Abdelaziz Buteflika, se trasladaron hasta la capital saudita. Según la televisión saudí, 36 jefes de Estado acudieron a Riad. Los que no pudieron entrar en el recinto sagrado donde se celebró el funeral fueron los representantes de países no musulmanes, que expresaron su pésame ante el nuevo rey Abdala y el príncipe heredero, Sultán bin Abdelaziz, en el palacio del gobernador de Riad. Desde Occidente, se han desplazado o lo harán en las próximas horas para mostrar sus condolencias representantes de la nobleza europea, como el príncipe Carlos de Inglaterra y dignatarios del viejo continente como el presidente francés, Jacques Chirac. Pese a que fue decretado un día de luto oficial por la muerte de Fahd, España no ha enviado todavía a ninguna delegación oficial a la ceremonia. Fuentes de la Casa Real han informado de que el Rey don Juan Carlos, actualmente de vacaciones en Mallorca, tiene previsto acudir al país en las próximas horas, cuando las autoridades saudíes determinen la organización de su llegada y el calendario de los actos previstos a partir de ahora.
Ceremonia austera
Ajena al boato que forjó la leyenda de este monarca con fama de hombre justo, la ceremonia fue un breve acto de apenas dos horas de duración muy distinto a los funerales de Estado con los que se despidió a otros líderes de la región, como los del presidente palestino, Yaser Arafat. La estricta y radical interpretación del Islam que rige en Arabia Saudí, conocida como 'wahabismo', proscribe cualquier tipo de funeral de Estado y recomienda un acto sencillo en una mezquita y el entierro en un fosa, envuelto el cuerpo con un simple sudario blanco. Los principios del 'wahabismo' también prohíben que la sepultura quede marcada, ya que considera que todos los musulmanes regresan igual al polvo, haya sido como haya sido su tránsito por el mundo terrenal.
Las exequias comenzaron poco antes de la oración preceptiva de la tarde con el traslado del cuerpo sin vida del rey Fahd bin Abdelaziz desde el hospital donde falleció hasta la mezquita del Imán Turki, de Riad. El cadáver fue introducido en el templo a hombros por miembros de la familia real saudí, recostado sobre una sencilla tabla de madera con inscripciones coránicas, envuelto en un sudario de tela blanco y cubierto por un paño de tela marrón -la tradicional 'abaya' árabe-. Nada más entrar en la mezquita, el muecín del templo llamó a la oración de la tarde. Tras el preceptivo rezo comunitario islámico, Abdelaziz bin Abdala al-Sheij, mufti de Arabia Saudí, máxima autoridad religiosa del país tras el monarca, comenzó a recitar versículos de El Corán, el libro sagrado de los musulmanes, y los ruegos por el eterno descanso del alma del monarca. Escasos minutos después, miembros de la familia real sacaron de la mezquita el cuerpo, de nuevo a hombros, y lo introdujeron en una furgoneta, que lo trasladó hasta el vecino cementerio de Al-Oud. Una vez en el camposanto, Fahd fue enterrado, como sus predecesores en el trono, en una parcela anónima, no muy lejos de donde la familia Ibn Saud tuvo su primera fortaleza, un castillo de adobe en el centro de lo que ahora es el viejo Riad. Los saudíes consideraban al rey Fahd su padre, el hombre que sacó a la sociedad de los áridos desiertos y convirtió el país en un lujoso Estado gracias a la producción petrolera. Ahora, Arabia Saudita es el primer productor y exportador de crudo del mundo, y bajo su arenoso subsuelo se esconde la cuarta parte de las reservas mundiales probadas de petróleo. Pese a la muerte de Fahd, no se esperan alteraciones sustanciales en la política del reino, tanto exterior, interna o petrolera, pues el nuevo rey Abdala ya gobernaba de facto el país desde que en 1995 una embolia apartara del poder a su predecesor. El primera decisión del nuevo monarca ha sido, en esta línea, confirmar en su puesto a todos los miembros del gabinete saudita, en una muestra de continuidad, y además decir que quienes ratificó estabán allí porque él los había puesto.
Ceremonia austera
Ajena al boato que forjó la leyenda de este monarca con fama de hombre justo, la ceremonia fue un breve acto de apenas dos horas de duración muy distinto a los funerales de Estado con los que se despidió a otros líderes de la región, como los del presidente palestino, Yaser Arafat. La estricta y radical interpretación del Islam que rige en Arabia Saudí, conocida como 'wahabismo', proscribe cualquier tipo de funeral de Estado y recomienda un acto sencillo en una mezquita y el entierro en un fosa, envuelto el cuerpo con un simple sudario blanco. Los principios del 'wahabismo' también prohíben que la sepultura quede marcada, ya que considera que todos los musulmanes regresan igual al polvo, haya sido como haya sido su tránsito por el mundo terrenal.
Las exequias comenzaron poco antes de la oración preceptiva de la tarde con el traslado del cuerpo sin vida del rey Fahd bin Abdelaziz desde el hospital donde falleció hasta la mezquita del Imán Turki, de Riad. El cadáver fue introducido en el templo a hombros por miembros de la familia real saudí, recostado sobre una sencilla tabla de madera con inscripciones coránicas, envuelto en un sudario de tela blanco y cubierto por un paño de tela marrón -la tradicional 'abaya' árabe-. Nada más entrar en la mezquita, el muecín del templo llamó a la oración de la tarde. Tras el preceptivo rezo comunitario islámico, Abdelaziz bin Abdala al-Sheij, mufti de Arabia Saudí, máxima autoridad religiosa del país tras el monarca, comenzó a recitar versículos de El Corán, el libro sagrado de los musulmanes, y los ruegos por el eterno descanso del alma del monarca. Escasos minutos después, miembros de la familia real sacaron de la mezquita el cuerpo, de nuevo a hombros, y lo introdujeron en una furgoneta, que lo trasladó hasta el vecino cementerio de Al-Oud. Una vez en el camposanto, Fahd fue enterrado, como sus predecesores en el trono, en una parcela anónima, no muy lejos de donde la familia Ibn Saud tuvo su primera fortaleza, un castillo de adobe en el centro de lo que ahora es el viejo Riad. Los saudíes consideraban al rey Fahd su padre, el hombre que sacó a la sociedad de los áridos desiertos y convirtió el país en un lujoso Estado gracias a la producción petrolera. Ahora, Arabia Saudita es el primer productor y exportador de crudo del mundo, y bajo su arenoso subsuelo se esconde la cuarta parte de las reservas mundiales probadas de petróleo. Pese a la muerte de Fahd, no se esperan alteraciones sustanciales en la política del reino, tanto exterior, interna o petrolera, pues el nuevo rey Abdala ya gobernaba de facto el país desde que en 1995 una embolia apartara del poder a su predecesor. El primera decisión del nuevo monarca ha sido, en esta línea, confirmar en su puesto a todos los miembros del gabinete saudita, en una muestra de continuidad, y además decir que quienes ratificó estabán allí porque él los había puesto.
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