domingo, agosto 28, 2005

Brasil: crisis política y corrupción

Editorial que trae hoy el diario La Nación de Buenos Aires:
El escándalo de corrupción política que conmueve a Brasil y estremece al gobierno del presidente Luiz Inacio Lula da Silva no hace más que refirmar la importancia que tienen las reformas políticas y la transparencia en el financiamiento de los partidos para la salud de la vida democrática. Las denuncias de pago de sobornos a legisladores de la oposición para asegurar sus votos en el Congreso, que involucran al gobierno de Lula y al oficialista Partido de los Trabajadores (PT), están reñidas con las promesas de prácticas transparentes y de terminar con los vicios del pasado, que permitieron al líder de centroizquierda llegar al poder en 2002. Tienen razón los brasileños en sentirse defraudados. Empero, el presidente Lula está aún a tiempo de reparar el daño causado por las prácticas corruptas de su partido si promueve una profunda investigación y no intenta manipular a la Justicia para que se avance en el proceso de esclarecimiento que avergüenza a la sociedad de nuestro vecino país. El uso de fondos ilegales para financiar la campaña electoral del PT, tal como acaba de revelar el publicista Duda Mendonça, se agrega a la serie de denuncias de sobornos y pedidos de coimas que han sacudido la vida política brasileña y han colocado a Lula en una compleja situación política. La credibilidad del presidente y su popularidad se han visto melladas por el escándalo, que ya provocó la renuncia del jefe de gabinete y principal asesor político de Lula, José Dirceu, y el descabezamiento del PT. El 83 por ciento de los brasileños considera que hay corrupción en su gobierno, de acuerdo con una encuesta del instituto Datafolha, mientras otra, de Ibope, muestra un desplome en la popularidad del primer mandatario y revela, por primera vez, que si hoy hubiera elecciones -para las cuales todavía falta un año- el líder de izquierda no conseguiría ser reelegido. Las crisis recurrentes en los países de América latina, con casos de corrupción como elemento central, obligan a la clase dirigente del continente a realizar un esfuerzo por depurar la política. En todo el continente hay que poner fin a la corrupción que carcome el sistema de partidos y debilita la democracia. Es imperioso que la ciudadanía obligue a los responsables -los propios partidos políticos- a que encaren una profunda reforma para terminar con aquellos que sólo sueñan con lucrar con el poder, a costa de destruir las instituciones y el contrato moral que sostiene la vida republicana.

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