miércoles, octubre 12, 2005

Dominar a la naturaleza, una batalla aún perdida para la ciencia

En una época de mayores esperanzas, la ciencia afirmaba que los huracanes podrían ser desviados, que los terremotos podrían ser atenuados por explosiones nucleares y que las inundaciones podrían ser contenidas por gigantescos terraplenes. Esas nociones presuntuosas son otra de las víctimas de un año de destrucción. Las fuerzas que controlan el planeta juguetean con ilusiones como ésas. Generalmente, lo único que se puede hacer es tratar de ver el peligro con la suficiente antelación como para salir corriendo. Tanto los países ricos como los pobres han acusado el golpe durante un período tan enrarecido por los ataques de diversos fenómenos naturales que un mes los ricos estaban ayudando a los pobres y al mes siguiente los pobres estaban ayudando en lo que podían a los ricos. Luego, los pobres fueron azotados nuevamente. Estados Unidos, que prestó asistencia humanitaria a las víctimas del tsunami en diciembre pasado en el sudeste asiático, recibió asistencia para las víctimas del huracán Katrina de algunos países de esa región el mes pasado. Ahora, Estados Unidos ayuda al sur de Asia debido al terremoto. La India ha enviado carpas, alimentos y remedios a su rival, Paquistán. La geología desplaza momentáneamente a la geopolítica. Más de 283.000 personas murieron en el terremoto y tsunami de 2004; cerca de 40.000 en el terremoto del sábado pasado; tal vez 2000 en los aludes guatemaltecos de hace unos días; más de 1200 en la devastación causada por el huracán Katrina. Playas asiáticas, aldeas de Cachemira y tanto calles urbanas como casinos norteamericanos fueron arrasados. No se suponía que las cosas fueran así. Después de la Segunda Guerra Mundial, nada parecía inalcanzable para la ciencia una vez que el átomo fue desintegrado y que el hombre pisó la Luna. En uno de los más persistentes esfuerzos, que todavía sigue pero que difícilmente tenga éxito, el hombre pensó que podía sembrar las nubes para que lloviera y de ese modo poner fin a sequías devastadoras. El esfuerzo continúa, especialmente en China, donde cohetes, cañones antiaéreos y aviones regularmente fumigan el cielo con sustancias químicas, hasta ahora con escaso resultado.
Fuente: Diario La Nación de Buenos Aires

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