La XV Cumbre Iberoamericana debería constituir un nuevo punto de partida en un proyecto que sigue sin cuajar satisfactoriamente después de 15 años. Iberoamérica no es un espacio natural, ni geográficamente contiguo, sino esencialmente histórico y cultural, pero de gran envergadura. Y como todas las empresas ambiciosas, requiere de cuidado y constante reelaboración. El jefe del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, lo calificó ayer de "nueva andadura". La reunión cerrada en Salamanca -así se ha planteado- tiene que ser la del cambio hacia un modelo operativo alejado de la retórica y la grandilocuencia y centrado en temas concretos y acuciantes para la mayoría de los países del arco iberoamericano: desigualdad, pobreza, exclusión, emigración. Es relevante en este sentido que las cumbres -a las que una periodicidad bianual cargaría de mayor contenido- se hayan dotado por fin de manera efectiva de un órgano permanente, la Secretaría General, en las prometedoras manos de Enrique Iglesias, para canalizar la agenda de encuentros y hablar con una sola voz. Y que se haya reducido la amplitud de sus discusiones en aras de la eficacia.
Continue leyendo el editorial del diario español El País, sobre la Cumbre de Salamanca.
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