En la preparación de su próxima sucesión, y en la estela del éxito obtenido en las recientes elecciones anticipadas de septiembre, el primer ministro japonés, el liberal Junichiro Koizumi, ha decidido colocar ahora a sus 'halcones' más neoconservadores en puestos clave de su nuevo Ejecutivo. Koizumi da así una vuelta de tuerca más en el 'saneamiento' iniciado inmediatamente después de que su órdago contra la tradicional clase política nipona se saldase con una victoria aplastante, y presenta un Gabinete cohesionado y libre de elementos disonantes. Con el posicionamiento en un lugar privilegiado de populares miembros del ala derecha de su partido, el primer ministro japonés hará cierta la máxima de que tras una gran convulsión política, la segunda generación -los hijos- deben suturar heridas y rehacer la vida hasta que la tercera -los nietos- levantan la cabeza y revisan el relato oficial de los hechos. La maniobra de Koizumi se produce en el marco de un nuevo Parlamento, dominado por el PLD, que pretende examinar la reforma constitucional y sellar una alianza aún más estrecha con Estados Unidos. En este sentido es muy significativo que hace tan sólo unos días se firmase con Washington un compromiso de revisión del acuerdo bilateral de Defensa que convertirá a Japón en una gran potencia militar si Koizumi consigue imponer en su país la reforma o anulación del artículo 9 de la Constitución que, a su juicio, le impide tener unas 'verdaderas' fuerzas militares. El primer ministro parece estar dispuesto a recuperar para Japón el estatus de potencia en la región -en el sentido completo del término- y lo va a hacer con la anuencia de la Administración Bush y la desconfianza total de China y Corea del Norte. Señales que no son, desde luego, las mejores después del delicado desencuentro chino-japonés del pasado mes de abril o de la siempre delicada cuestión nuclear norcoreana.
Fuente. Diario El Correo Digital de España.
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