Mientras hace 10 años ser rico era sinónimo de corrupción o frivolidad, hoy los multimillonarios de la potencia asiática le están tomando el gustito a andar en Ferraris y a usar ropa de Armani y joyas de Cartier. Durante décadas fue un crimen que se castigaba con la cárcel o con la muerte. Luego se convirtió en un mero tabú social que se practicaba furtivamente, lejos de las miradas de desaprobación. Pero, ahora, ser rico es motivo de festejo y de orgullo, lo que lleva a miles de millonarios chinos a salir del ropero. Más de 20 años después de que Deng Xiaoping decretó el fin del comunismo con la frase “ser rico es glorioso”, una generación de empresarios empieza a tener el tiempo, el dinero y la confianza como para hacer alarde de su buena fortuna. Hace unos días se hicieron notar en una cena de gala en Shanghai, donde 20 de los empresarios más ricos se unieron a cientos de proveedores de objetos de lujo en una ceremonia de entrega de premios a aquellos mejor preparados para satisfacer los gustos más costosos del país. Así en una fiesta rociada de coñac y champagne, los grandes jugadores de la economía de más rápido crecimiento del mundo entregaron galardones a los vendedores de las marcas globales líderes. Entre los invitados estaba Yan Jiehe, un empresario de la construcción y el segundo hombre más rico de China, con una fortuna estimada en 1.500 millones de dólares, y Timothy Chen, un pionero de los juegos de Internet, cuya fortuna rondaría los 1.400 millones de dólares. Ellos y 589 personas con ingresos anuales multimillonarios votaron por sus marcas preferidas –todos nombres familiares en Occidente, pero que, en la China de Mao Zetung, nunca hubieran imaginado poder tener un mercado pujante. Las marcas que eligieron ofrecen un pantallazo del gigantesco cambio que experimentó el país –particularmente, en la parte más alta de la escala de ingresos-. Se premió, entre otras cosas, el auto deportivo favorito (Ferrari); el yate favorito (Princesa); la mejor etiqueta de ropa (Giorgio Armani); el mejor cigarro (Davidoff); la mejor casa de subastas (Christie’s). Entre los pocos productos locales que ganaron el sello de aprobación figuró el fabricante de licores Wuliangye, el motor de búsqueda de Internet Baidu y el 21st Century Business Herald, considerado el mejor periódico. Junto con la entrega de premios se realizó una encuesta sobre estilo de vida, que determinó que lo que más le gusta hacer a esta minoría adinerara en su tiempo libre es viajar, siendo Australia, Francia y Hawai los destinos más populares. El golf, que ni se mencionaba en China hace 20 años, fue el tercero en la lista. La cata de vinos figuró en el octavo puesto, por delante de pasar tiempo con la esposa o criando a los hijos-; fumar cigarros en el puesto 12 y tirarse en paracaídas, en el 13. Lo que más llama la atención es que este tipo de encuestas se puedan realizar en un país todavía regido por un gobierno nominalmente comunista. Cuando Rupert Hoogewerf, el fundador del Hurun Report, que organizó la ceremonia de los premios, hizo pública su primera lista de los chinos más ricos en 1999, le llovieron las críticas de todos lados. Según la opinión pública, ser rico estaba asociado con la corrupción. Poca gente quería cooperar y muchas de las personas que él señaló como adineradas fueron el blanco de las autoridades impositivas, los medios y hasta de los secuestradores. Hoy, en cambio, la gente se siente más cómoda con su dinero, dice. “Hubo una revolución en la imagen de la riqueza. Hace veinte años, era una mala palabra. Hoy, es una señal de éxito”. Y agrega: “La primera generación no quería mostrar que tenía dinero. Podían comprarse una linda casa, un lindo reloj y 20 autos, pero no los mostraban en público. Los autos se quedaban en el garaje. Pero, hoy, a la segunda generación y a los profesionales jóvenes exitosos les gusta más hacer alarde de lo que tienen”. La mayor venta que hizo Cartier en China el año pasado fue una gargantilla de diamantes valuada en 2,5 millones de dólares, lo que contribuyó a un incremento en las ventas del 40%. La gerenta regional del este de China de Cartier, Josephine Chien, una de las invitadas al banquete, dice que su firma tenía dos boutiques en China en 2004, pero que ahora tiene 11. Para 2010 esta cifra habrá subido a 30 y China habrá superado a Japón como el segundo mercado más importante de la compañía. “Hay mucha gente que se volvió rica de repente y a la que le gusta usar cosas que les aporten reconocimiento. Quieren mostrarle a la gente que triunfaron”, dice. No pasa lo mismo en todas partes. Si bien a la gente rica en las regiones adineradas del este, como Shanghai, Beijing, Guangdong y Zhejiang, le encanta hablar de sus fortunas, dice Hoogewerf, es más difícil recoger información de sus pares en las provincias del oeste, donde decenas de millones de personas todavía viven con menos de un dólar por día. Sin embargo, la cantidad de gente rica en esas zonas está creciendo y también atrae a las grandes firmas internacionales. “Vemos un incremento muy rápido en el nivel de riqueza”, dice Mabel Wong McCormick de la firma de bebidas Moet Hennessy. “Hay una necesidad muy evidente de productos de lujo y esta tendencia se está difundiendo. Hace cinco años nos concentrábamos solamente en las zonas costeras, pero ahora nos estamos adentrando en el país y yendo hacia el norte –no sólo en las capitales de provincia, sino en las ciudades de segundo y tercer nivel. En un país donde la brecha en materia de ingresos se ensancha, algunos cuestionan si la publicación de las listas de los más ricos es buena para la estabilidad social. En una conferencia de prensa para anunciar los resultados de la encuesta sobre estilo de vida, un periodista local preguntó: “¿No piensa que esto hará que la gente común y corriente odie a los ricos?” Los cientos de personas ricas que contribuyeron de manera anónima en la investigación parecen aceptar el argumento de Hoogewerf de que la apertura va a terminar con la sospecha en lugar de alimentar el resentimiento. La mayoría sabe por experiencia propia lo que es ser pobre.
“Tal vez algunas personas son envidiosas y se enojan, pero nunca me puse a pensar en eso. Soy un empresario”, dice Yu Pang Lin, que hoy dedica una porción importante de la fortuna que amasó con el Hilton Group a pagar ambulancias y operaciones de cataratas en las regiones más pobres de China. “Cuando era joven, muchas veces no teníamos para comer. Ahora tengo una fortuna importante, pero no pienso mucho en eso. Sólo lo veo en términos de a cuánta gente puedo ayudar”. Este tipo de acciones de beneficencia y transparencia pública todavía parecen ser la excepción más que la regla. Todavía está por verse si la nueva generación de millonarios será más generosa que las anteriores.
“Tal vez algunas personas son envidiosas y se enojan, pero nunca me puse a pensar en eso. Soy un empresario”, dice Yu Pang Lin, que hoy dedica una porción importante de la fortuna que amasó con el Hilton Group a pagar ambulancias y operaciones de cataratas en las regiones más pobres de China. “Cuando era joven, muchas veces no teníamos para comer. Ahora tengo una fortuna importante, pero no pienso mucho en eso. Sólo lo veo en términos de a cuánta gente puedo ayudar”. Este tipo de acciones de beneficencia y transparencia pública todavía parecen ser la excepción más que la regla. Todavía está por verse si la nueva generación de millonarios será más generosa que las anteriores.
Artículo traducido que trae hoy el diario El Clarín de Buenos Aires.
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