lunes, marzo 20, 2006

Irak tres años después

CUANDO se cumplen tres años del comienzo de la invasión de Irak y el derrocamiento de Sadam, es obligado reconocer que una parte de los propósitos iniciales de aquella intervención militar no se ha cumplido y que todavía no se vislumbra el momento en el que se pueda decir que los procesos democratizadores se han consolidado. La invasión ha sido una de las operaciones político-militares más arriesgadas de todos los tiempos. Fue la respuesta a una situación -igualmente sin parangón- creada después de los ataques terroristas del 11 de septiembre, tras décadas de incumplimientos de sus obligaciones internaciones por parte de un régimen tiránico, y se planteó en términos estratégicos como un plan para propiciar la democratización y la libertad política en Oriente Próximo. La comunidad internacional no supo articular una respuesta conjunta, pese a las innumerables resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU que denunciaban la violación continuada por Sadam de las condiciones del alto el fuego firmado en 1991. Ni todos los que se oponían a la intervención militar estaban animados por el respeto a la legalidad, sino por intereses particulares, ni EE.UU. fue solo a la guerra, sino liderando una coalición de treinta países democráticos, entre ellos la mayoría de los europeos. En todo caso, bueno es recordar que desde junio de 2004, con el voto favorable de España, la coalición que derrocó a Sadam es una fuerza multinacional con mandato de la ONU.La gestión posterior a la invasión ha tenido errores gruesos. La pasividad ante los saqueos durante las primeras semanas, o la decisión, en medio del mayor desorden general, de disolver todas las estructuras institucionales del régimen, incluido el Ejército, dejaron el camino allanado para que se hicieran fuertes los enemigos de la libertad y los terroristas a los que se quería combatir. Muchos de los que ahora batallan contra el Gobierno o las fuerzas de ocupación podrían estar a su lado si en su momento les hubieran abierto las puertas a las que estaban llamando para ofrecer su colaboración.Eso, sin contar con el episodio vergonzoso de la cárcel de Abu Grahib, que ha sido no sólo la vergüenza de los militares que lo cometieron, sino, sobre todo, una inagotable fuente de argumentos para los peores enemigos de Occidente y de nuestras libertades, de los que se han servido para contrarrestar con rehenes decapitados y ataques suicidas esas atrocidades.La reconstrucción institucional de Irak es todavía frágil. Sí es preciso anotar que los distintos procesos electores han supuesto un caso paradigmático de alta participación, lo que indica que la gran mayoría de los iraquíes están en la tarea del abrazo a la democracia y ciertamente deseosos de respirar en libertad. Pero también es cierto que la nueva Constitución ha sacado a la luz los problemas étnicos y territoriales que estaban retenidos, no resueltos, por efecto de la tiranía de Sadam. Por ahora no se ha logrado poner en marcha las soluciones definitivas para tales problemas.Frente a las repetidas manifestaciones heroicas de la población iraquí acudiendo a las urnas, las bombas de los terroristas están intentado provocar la generalización del enfrentamiento entre comunidades y precipitar al país en una guerra civil, algo que acabaría con las esperanzas de estabilización durante decenios. La disputa violenta entre las ramas chií y sunní y la actividad terrorista de los restos del baasismo y de Al Qaida son las causas de la inestabilidad del país y de la frustración de sus esperanzas de libertad. El juicio a trompicones al que se está sometiendo al tirano Sadam -por otro lado, ejemplar por cuanto supone de renuncia a la mera venganza- es el mejor reflejo de la improvisada planificación con la que todo se ha desarrollado. Por si fuera poco, un resultado colateral de las operaciones aliadas en Irak y Afganistán es que el régimen que se encuentra entre ambos -Irán, dominado por un grupo de ayatolás refractarios de todo lo que huela a libertad- ha decidido blindarse con armas nucleares, lo que ha abierto una nueva crisis potencialmente peligrosa para Occidente. En todo caso, resulta desalentador para millones de musulmanes moderados el escaso respaldo de la opinión europea a los avances democráticos en Irak y al ejercicio de legalidad que, en definitiva, supone el juicio a Sadam, en una región donde el Estado de Derecho es un concepto desconocido.En fin, el resultado en términos numéricos es impresionante, y el coste en víctimas mortales, doloroso. Pero tres años es un periodo muy corto en términos históricos, y sólo el tiempo nos dirá si algún día se han cumplido aquellas expectativas iniciales que la administración norteamericana veía tan claramente al comienzo de las operaciones y que hoy contemplamos confundidas en la polvareda ardiente de las tierras de Mesopotamia, donde en el transcurso de la historia han nacido y han terminado tantas civilizaciones colosales.
Editorial del diario español ABC.

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