Durante años, los estudios de Hollywood miraron a la red con recelo, preocupados sobre todo por su participación en la piratería. Ahora, sienten pavor porque cualquiera desde su casa, con un ordenador conectado a la red puede ser el próximo Orson Welles, organizar una producción, distribuir contenidos, utilizar el monitor como sala de exhibición y emitir una opinión que, en los tiempos que corren, tiene más peso que la llamada crítica autorizada. Los usuarios de la red tienen en sus manos poder ser Hollywood, lo que deja obsoleta toda la maquinaria de esta industria, desde sus ejecutivos y agentes a los productores, distribuidores y, cómo no, a la crítica.
Las pruebas de esta explosión en el campo del espectáculo son palpables. El popular servidor de vídeo YouTube.com tiene en su caudal de transmisión 100 millones de vídeos diarios y sus usuarios suben una media de 65.000 nuevos vídeos al día. El portal MySpace.com le sigue de cerca, con unos 35.000 nuevos vídeos diarios. Muchos son chistes, anécdotas, resúmenes televisivos o vídeos diarios sin mayor valor artístico, pero, dado el abaratamiento de medios (cámaras digitales o los programas de edición y sonido) y la rapidez de la Red, cada vez son más numerosos los de contenido original, en general cortometrajes, de calidad comparable a la de una de las producciones de Hollywood pero con más ingenio.
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