Más allá de las denuncias de fraude que pueden tener un efecto bumerán sobre sus mentores, el pronuciamiento popular de ayer fue claro: los candidatos presidenciales que encarnan las opciones del cambio político radical y de la estabilidad económica se medirán en la final del 26 de noviembre.Álvaro Noboa ratificó la condición de finalista que ha mantenido en las dos últimas campañas. En 1998 y en el 2002 fue segundo, lo cual le permitió, como en esta ocasión, disputar la segunda vuelta, aunque ahora irá de primero.
Esto demuestra que su salida temporal de la contienda no solo no lo perjudicó, sino que le permitió retomar con más fuerza sus promesas de vivienda, empleo y salud, como parte de un populismo que raya en el mesianismo, pero que le sigue resultando efectivo. Terminó por ser identificado por el electorado como el contradictor de las propuestas de Rafael Correa, lo cual dejó prácticamente sin espacios a León Roldós y a Cynthia Viteri. El gran perdedor de jornada es Roldós: mantiene el nivel de votación logrado en las elecciones de hace cuatro años, pero es evidente que no pudo sumar el respaldo de la Izquierda Democrática, que se supone iba a darle la estructura partidista necesaria para estar en la segunda vuelta. Así, su condición de favorito se esfumó en el fragor de la contienda. Se puede considerar también a Viteri como otra de las perdedoras, pues no recibió el apoyo decidido de su partido y, luego de un gran arranque, tuvo que conformarse con el quinto lugar, detrás de Gilmar Gutiérrez. Este, pese a no estar entre los primeros, logra una votación que indica claramente que, si bien su hermano no le pudo endosar sus votos, el fenómeno Lucio Gutiérrez aún tiene gran pegada en el Ecuador. Es la gran sorpresa de la jornada.
Y, ¿qué pasó con Rafael Correa? Él y su entorno especulaban, con base en su gran crecimiento en las mediciones de las anteriores semanas, que podía ser presidente de la República en la primera vuelta, y esa fue la impresión que transmitió la encuestadora que trabajó con él hacia el resto del mundo. Pese a la advertencia de que una actitud como esa lo ponía frente al riesgo de aparecer como perdedor, aun en el caso de que quedara primero, su entorno prefirió seguir en esa apuesta. ¿Qué puede haber pasado con la candidatura de Correa? Su crecimiento inercial se basó en sus innegables condiciones de candidato -versatilidad, juventud, presencia mediática-, pero no pudo reposicionarse cuando se dio cuenta de que su radicalismo causaba sestragos a su imagen frente al electorado, que fluctúa entre el deseo de cambio político pero defiende la estabilidad económica; sus aclaraciones sobre temas de interés nacional, en especial sobre la dolarización, resultaron tardías o débiles.
El discurso del fraude, si bien lo deja a buen recaudo por la ubicación que logró finalmente, no le es funcional, pues él se dice decidido a seguir haciendo parte del sistema electoral al cual denuncia. Quedan por conocerse los resultados en las elecciones parlamentarias, lo cual dará una medida sobre las fuerzas políticas que entrarán a pesar en las definiciones de la segunda vuelta. Es difícil que cualquiera de los candidatos finalistas, incluso el que se declara antipartidista, pueda llegar con esperanzas reales de triunfo sin hacer acuerdos. Una vez que el voto se ha polarizado entre el cambio político radical y la seguridad económica sin cambios políticos, queda claro que la campaña de la segunda vuelta estará marcada por el populismo de izquierda y el populismo de derecha. Es difícil que cualquiera de los dos candidatos llegue a la segunda vuelta con posibilidades reales de triunfo sin hacer acuerdos políticos.
Fuente: Diario El Comercio de Quito
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