domingo, octubre 15, 2006

El auge del estaño activa una bomba social en Huanuni

La población. El 2001 tenía 19 mil habitantes, ahora va por los 40 mil pobladores.

Los mineros. 4 mil cooperativistas y 800 asalariados buscan estaño en Posokoni.

La noche. Las trabajadoras sexuales dan sus servicios incluso en el interior de las minas.

Drogas y armas. La Policía tiene datos del tráfico de marihuana y de armas letales.

Johnny Salazar Socpaza y David Guzmán, enviados de La Razón a Huanuni

Casi en las faldas del cerro Posokoni, día a día, un pequeño mercado de dinamita, fulminantes y anfo, marchaba al ritmo febril de los miles de mineros que buscaban estaño en las entrañas del cerro. Los dueños de las 30 casetas confiaron sus sueños de bienestar y progreso al centro minero de Huanuni, pero éstos explotaron en pocos segundos, cuando una dinamita hizo volar todos los puestos de venta. La tarde del jueves 5, el mercado de explosivos voló como un polvorín y hoy parece un botadero de basura. Pudo haber sido una tragedia mayor. Poco antes, sus dueños habían salido del sitio, salvo doña Teodora Ticona, quien prefirió encerrarse en su caseta. Los pobladores no pudieron hallar su cuerpo, sino sólo restos.

Hoy, algunos comerciantes de Dolores, como los pobladores del centro minero, coinciden con las palabras que el vicepresidente Álvaro García vertió la noche del jueves. Que el estaño bendito puede pasar a ser maldito. Desde la recuperación de los precios internacionales del estaño, el 2001, el cerro Posokoni se transformó en la esperanza de miles de personas que, con sus familias íntegras y pocos recursos, se fueron a Huanuni y provocaron una explosión demográfica, social, criminal y hasta política.

Uno de ellos fue Juan Carlos Flores, trabajador eventual de la empresa Huanuni, que enamoró a Cristina Tisillo en Oruro, y se la llevó a Huanuni, prometiéndole que allí podrían tener su casa. Ella, vestida de luto, se amarga y llora a Juan Carlos (33), pues fue el último minero en morir en los enfrentamientos del viernes 6.

El centro minero de Huanuni es depositario de la reserva más grande de estaño del país, al punto que puede ser explotada por 30 años con una producción de hasta 50 toneladas por día, según documentos de la Corporación Minera de Bolivia.

Ese metal atrajo a los pobladores de las zonas expulsoras del país, como el norte Potosí. El Censo Nacional de Población y Vivienda del 2001 registró a 19.428 habitantes; el alcalde del municipio, Policarpio Calani, dice que hoy viven 40 mil personas.

Huanuni es la capital de la provincia Pantaleón Dalence del departamento de Oruro. Una carretera de asfalto le une a la capital orureña. Está a 288 kilómetros de La Paz y a 50 de Oruro. Cuando el visitante llega, necesariamente ingresa por la amplia avenida 16 de Julio, que se encuentra atravesada horizontalmente por un sinnúmero de estrechas calles y callejones.

Un río de copajira lo atraviesa de norte a sur, sus afluentes llegan hasta algunas de sus estrechas calles. En la ribera abundan residuos sólidos. La crianza de hatos de cerdos, es abundante.

La actividad comercial se extiende por todo lado. A cada paso existen casas comerciales, tiendas de abarrote, restaurantes, bares, cantinas, karaokes, cafés internet y centros de llamadas telefónicas. El cambio, como efecto del estaño, es impresionante. Una periodista comentó lo siguiente: “Hace cinco años no había dónde comer siquiera un buen sándwich”.

Tiene un hospital, 11 unidades educativas, cuatro institutos de formación técnico medio y superior y 15 medios de comunicación social entre radios y canales de televisión, pero su iluminación pública es deficiente. En el centro minero que hoy concentra una parte de la atención del país, viven personas de Llallagua, Siglo XX, Catavi y Uncía, centros mineros que hoy no cuentan con las reservas de Posokoni, las que atrajeron a empresas transnacionales.

Continue leyendo el artículo del diario La Razón de Bolivia

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

 
Libardo Buitrago / Blog © 2013 | Designed by RA