domingo, diciembre 31, 2006

La matanza que llevó a Sadam al patíbulo

Era el 8 de julio de 1982 y hacía un calor sofocante en Dujail, pequeña localidad de 10.000 habitantes, suníes y chiíes, situada a unos 60 kilómetros al norte de Bagdad. Irak llevaba casi dos años en guerra contra Irán y el presidente, Sadam Husein, decidió visitar Dujail y pronunciar un discurso elogioso para los soldados iraquíes. Muchos de los hombres de Dujail estaban en el frente, participando en la primera guerra del Golfo.

La visita y su protocolo habían sido bien preparados. Un camarógrafo oficial acompañaba al jefe de Estado para grabar su encuentro con los aldeanos y agradecerles su esfuerzo en la contienda. Pero las cosas no ocurrieron como estaba previsto. Un atentado fallido contra el presidente y la posterior represión convirtieron el nombre de Dujail en un hito en la larga lista de los crímenes del regimen baazista. Veinticuatro años después, la matanza de 148 civiles chiíes en Dujail fue el caso judicial que llevó Sadam a la horca.

Cuando el convoy presidencial salía de la ciudad, se encontró con una emboscada. Un pequeño grupo de hombres armados surgió de un bosque de palmeras donde se escondían y abrieron fuego contra la caravana. En la confusión, algunos de los acompañantes creyeron que se trataba de una celebración de alegría en honor de Sadam. Otros gritaron: "¡El presidente ha muerto!". Pero el dictador no había fallecido. Los insurgentes mataron a algunos guardias, pero Sadam se encontraba a salvo en su coche blindado.

El dictador reaccionó inmediatamente al atentado. En vez de seguir su camino hacia Bagdad, dio media vuelta y entró en Dujail, donde pronunció un nuevo discurso. Prometió erradicar a "los pocos" traidores de la ciudad, que llamó "agentes del extranjero", refiriéndose a Irán, y llegó a interrogar personalmente a dos sospechosos. Pocas horas después, las fuerzas de seguridad iraquíes llegaron a Dujail. Entonces empezaron las represalias. Según los testigos, una quincena de personas fueron ejecutadas inmediatamente. Pero la venganza duró años. La supervisó Barzan al Tikriti, el medio hermano de Sadam y responsable de los servicios secretos. Más de mil personas fueron detenidas. Familias enteras fueron deportadas a Bagdad y a un campo de internamiento en el desierto.

Las víctimas que sobrevivieron y los familiares de los desaparecidos pudieron contar, casi 25 años después de la tragedia, el horror de la venganza del dictador ante el tribunal y frente al jefe de los verdugos. El primero en hacerlo fue Ahmed Hasan, que en 1982 fue transferido a la sede del partido Baaz en Bagdad, donde muchos de los detenidos fueron torturados y muchas mujeres violadas. El 5 de diciembre de 2005, dio su versión, escalofriante, de los hechos. "Andaba en una habitación y vi un triturador con sangre que desbordaba. Había pelo humano debajo".

Los testigos de cargo, muchos de ellos anónimos por temor a represalias, coincidieron en sus acusaciones: los agentes les golpearon, les aplicaron descargas eléctricas, les dispararon con armas de fuego, les infligieron vejaciones sexuales. El informe de la fiscalía, ratificado por los jueces, hace responsables al dictador, a su medio hermano Barzan al Tikriti y al entonces presidente del Tribunal Revolucionario, Awad al Bander, de la ejecución de 148 personas (esos dos últimos también fueron condenados a muerte, aunque aún no han sido ejecutados).

Sadam no negó lo irrefutable: sí firmó la orden de matar a los aldeanos, como acusó el fiscal presentando una copia del documento. Pero rechazó que fuera una venganza, y pretendió haber actuado dentro de la ley. "¿Dónde está el crimen?", se aventuró a preguntar. "Crímenes contra la humanidad", zanjó el presidente del tribunal, Rauf Abdelrrahman, que el pasado 5 de noviembre mandó el dictador al patíbulo.

Fuente: Artículo del diario El Pais de España

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

 
Libardo Buitrago / Blog © 2013 | Designed by RA