miércoles, diciembre 20, 2006

Neoyorquinos, bajo amenaza terrorista

"Los norteamericanos no saben que están en guerra", me dice Ray Kelly, jefe de la policía de Nueva York, tenido por uno de los hombres más poderosos y mejor informados de Estados Unidos. Es diciembre. En Manhattan, la gente sólo piensa en los preparativos para las fiestas de fin de año, aquí siempre ostentosos. Cristianos y judíos ya se desean felicidades: los unos por Navidad, los otros por Janucá. Pero Kelly vive obsesionado por un próximo e inevitable atentado. Ha escogido 600 policías para que se dediquen exclusivamente a vigilar sospechosos. Y no escasean.
Según Kelly, en la actualidad habría en el mundo 800 movimientos islamistas integristas, todos ellos capaces de atacar Nueva York. Más un sinnúmero de células minúsculas, algunas instaladas en territorio norteamericano, que podrían fomentar un atentado por iniciativa propia. ¿Reciben órdenes de arriba? Estos "terroristas de proximidad", como las espoletas, no las necesitan. Les basta concordar con las ideas del movimiento mundial salafita, esa corriente del islam que anhela volver a los tiempos del Profeta.
¿Y las técnicas destructivas? Ya no hace falta entrenarse en Afganistán o Chechenia: todo está disponible en Internet. ¿Y los recursos financieros? Unos pocos miles de dólares bastan para comprar el material necesario para cometer un atentado importante. Kelly recuerda que el atentado del 11 de septiembre de 2001 les costó a sus autores apenas 200.000 dólares. Desecar los circuitos de financiación no es, pues, la receta milagrosa en la que uno podía creer hace tres años. Los fondos siempre circulan a partir de Arabia y del Golfo Pérsico, pero financian mezquitas lícitamente fundadas en Estados Unidos. Ellas permiten vigilar a los fieles.

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