En la lógica del presidente Néstor Kirchner, avanzar hacia una alianza estratégica con el líder venezolano Hugo Chávez no significa cortar los puentes con los Estados Unidos. Pero su pragmatismo lo coloca como un punto de apoyo fundamental de los proyectos del mandatario bolivariano, opuestos a los intereses de Washington. La dura respuesta de Kirchner a quienes pretenden que contenga, junto con el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, los desvaríos de Chávez parece tener más que ver con los asuntos internos de Venezuela que con las pretensiones del mandatario venezolano de exportar, parado en una caja repleta de petrodólares, la revolución socialista al resto de América latina.
Pero la lectura política inevitablemente los emparenta. Existen temores fundados sobre los riesgos institucionales que enfrenta Venezuela a causa del escaso respeto de Chávez por las instituciones republicanas y la convivencia democrática en su país. Y también sobrevuelan las sospechas de que el poder económico de la Venezuela chavista pueda ser utilizado para alimentar a organizaciones poco afines con la democracia en determinados países de la región. Los ojos se posan indefectiblemente en la inestable Bolivia, donde ha sido denunciada en reiteradas oportunidades la injerencia del chavismo. Por ello, cualquier avance hacia la integración regional tendría que hacerse con un horizonte despejado de sospechas e intrigas y, fundamentalmente, estar basado en el respeto y la calidad de las instituciones políticas y democráticas.
¿Este gesto de Kirchner hacia el líder bolivariano es para dar la espalda y castigar a Bush cuando faltan pocas semanas para su gira por México, Brasil, Colombia, Uruguay y Guatemala, y que no tocará la Argentina? No parece ser ése el objetivo primario en este tiempo de la relación con los Estados Unidos, donde sus funcionarios han aprendido a reconocer el pragmatismo del mandatario argentino en algunas de sus maniobras, y éste a admitir la necesidad de la convivencia. Es, en cambio, un gesto directo hacia el propio Chávez, quien se ha convertido en el financista principal del país con la colocación de bonos por más de 4200 millones de dólares, incluida la emisión de títulos anunciada ayer por 750 millones de dólares.
En todo este tiempo el acercamiento entre los gobiernos de Kirchner y del presidente bolivariano ha transformado a Venezuela en un socio estratégico de la Argentina en proyectos económicos. Con la pésima imagen del presidente norteamericano en la región y su pérdida de poder interno a raíz de la guerra en Irak, castigarlo no aparece hoy como una empresa tan redituable en términos de política doméstica como lo era unos meses atrás. Cuando los Estados Unidos veían con recelo al novel presidente argentino en 2003 acercarse a Chávez, a Washington le llegó un mensaje tranquilizador desde Buenos Aires: Kirchner podía contener al ex militar golpista. Pero eran otros tiempos. La realidad de la región es diferente y, sobre todo, el precio del petróleo es muy distinto. El valor del barril de crudo por las nubes le ha permitido a Chávez no sólo consolidar su poder interno, sino también intentar convertirse en el líder de un polo opuesto a los Estados Unidos en América latina. Por eso hoy la Argentina, en la visión de los Estados Unidos, puede ocupar otro papel porque ya no tiene espaldas para contener a Chávez. Para ello necesitaría la ayuda de naciones más poderosas.
Fuente: Diario La Nación de Buenos Aires


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