Michelle Bachelet, Presidenta de Chile, visita México para reafirmar una relación estratégica cifrada en la capacidad de compatir mejores prácticas de intercambios entre nuestros pueblos, inspirados en principios democráticos y en la libertad de los mercados. Ha sido una visita grata y conveniente.
Con nitidez se perfila en el litoral del Pacífico de América Latina un eje de países que comparte visiones, con flexibilidad suficiente para experimentar modelos económicos que no son finitos, ni inamovibles, ni buscan imponerse a los otros.
Las pensiones, por ejemplo, son un punto de interés mutuo. México lleva 25 años de retraso en tal reforma, según reconoció el presidente Felipe Calderón Hinojosa, en tanto que Chile, en poco más del mismo lapso, cedió la administración de los ahorros a la iniciativa privada, con algunos resultados positivos y algunos vacíos que están por corregirse para asegurar el derecho a una pensión básica solidaria para los chilenos que no logren ahorrar lo suficiente en su vida laboral.
El tema de las pensiones es sólo una muestra de lo que puede enriquecer una relación de confianza en donde nos observemos desde las alamedas, las que llevan a la sede de nuestra nueva Cancillería, en México, y las que a su vez desembocan en el Palacio de la Moneda. Compartir en términos fraternos los problemas comunes y buscar soluciones igualmente conjuntas es de lo que se alimenta una relación como la nuestra.
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