Poco a poco, los partidos políticos tienden a retomar su actividad normal, después de los vicisitudes postelectorales y del cambio de gobierno. Bienvenida sea para la construcción democrática mexicana la institucionalización de la vida interna de los partidos y la profesionalización de quienes desde ellos orientan sus afanes de participar activamente en la vida política nacional. Ayer, Beatriz Paredes Rangel asumió la dirigencia del PRI con un llamado de alerta para que la división no conduzca a la "balcanización", es decir, a fragmentarse en grupos hostiles entre sí. El llamado es pertinente para dar cohesión al partido que tiene la mayor fuerza territorial, el mayor número de gubernaturas, de legisladores locales y de ayuntamientos.
Aun si la elección de 2006 los colocó como tercera fuerza electoral, los priístas tienen en sus manos la posibilidad de decidir las votaciones sustantivas en el Congreso, ante la insalvable divergencia entre el gobernante Partido Acción Nacional y el izquierdista Partido de la Revolución Democrática, percibido como la verdadera oposición política por una encuesta de Ipsos-Bimsa/EL UNIVERSAL.
El mismo sondeo muestra que el PRI es visto como un partido dispuesto a cogobernar. Paredes precisó ayer que ese instituto político buscará negociar, pero sin prestarse a colaboracionismos. Para ella, diálogo no implica declinación o entrega, sino civilidad política e integridad en la defensa de los intereses partidarios. El perfil oposicionista del PRD, sin embargo, no conlleva la aprobación de las tareas que realiza el ex candidato presidencial derrotado, Andrés Manuel López Obrador, figura dominante del partido, y que son reprobadas por 54% de los encuestados.


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