La gira del presidente George W. Bush por América latina, que comienza hoy, estará ensombrecida por Hugo Chávez en más de una forma. Mañana, cuando Bush visite Uruguay, el presidente venezolano aparecerá en un acto político, del otro lado del Río de la Plata, en la Argentina, donde tratará de opacar a su rival norteamericano. Chávez pagó bien por su improvisada tribuna en Buenos Aires: usó los petrodólares venezolanos para comprar 1500 millones de dólares de la deuda argentina; esto permitió que el presidente izquierdista Néstor Kirchner se distanciara del Fondo Monetario Internacional.
Bush parece comprender que enfrentar a Chávez, con palabras o de otra manera, sería darle el enemigo norteamericano que desea. Cuando no se le responde, la retórica del venezolano parece volverse en su contra: las encuestas revelan que el índice de popularidad de Chávez en América latina es tan bajo como el de Bush. El deber del presidente norteamericano es demostrar que quienes prefieran una alianza con los Estados Unidos y el mundo democrático se beneficiarán más que el conjunto diverso de aliados de Venezuela, encabezado por Cuba e Irán.
El presidente Bush dio un paso en esa dirección el lunes pasado al pronunciar un discurso en el que anunció varias y nuevas iniciativas de asistencia, además de los 1700 millones de dólares ya presupuestados para la región. Un buque-hospital militar navegará por el Caribe y contrarrestará la acción de los médicos cubanos, que van de un lado al otro por la región a costa de Venezuela. Se ofrecerán más becas a estudiantes de escasos recursos para que estudien en los Estados Unidos y mejorarán los programas de asistencia para la vivienda. Se trata de medidas positivas pero modestas. Es necesario también introducir importantes iniciativas norteamericanas para fortalecer las relaciones con los países latinoamericanos más grandes e importantes: Brasil, México y Colombia.


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