Los franceses están llamados mañana a las urnas para seleccionar a los dos candidatos que el 6 de mayo se disputarán la presidencia de la República. Pero en esta ocasión, la primera vuelta -que habitualmente es un ejercicio de descarte- ha tomado una dimensión mucho más decisiva. La presencia del tercer candidato, el centrista François Bayrou, emparedado entre el conservador Nicolas Sarkozy y la socialista Ségolène Royal, hace bailar todos los pronósticos en un país en el que la duda parece haberse instalado. En pura lógica, si consigue colarse en la segunda vuelta, Bayrou se transforma en favorito para ocupar el palacio del Elíseo.
Bayrou- REUTERS
La campaña electoral se cerró la medianoche pasada. Durante la jornada de hoy está prohibido cualquier acto partidista, así como la publicación de sondeos de opinión. Los candidatos se tomaron un breve respiro. Royal se paseó por un mercado parisiense mientras que Sarkozy montaba a caballo en La Camarga. Bayrou visitó Verdún, donde tuvo lugar una de las batallas más encarnizadas de la I Guerra Mundial, y el ultraderechista Jean-Marie Le Pen acudió también a un mercado, en Niza.
Respuesta airada
Bayrou tuvo una respuesta airada contra los periodistas que han pedido a sus lectores que se olviden de él en favor de una segunda vuelta clásica entre derecha e izquierda, entre Sarkozy y Royal, concretamente los directores de Le Monde, Jean-Marie Colombani, y de Libération, Laurent Joffrin. "Pese a las confusiones que han parasitado esta campaña, el único proyecto que se opone al de Nicolas Sarkozy y que se apoya en una fuerza política capaz de gobernar es el de Ségolène Royal", escribía Colombani. "Si se vota a Bayrou es que se ha decidido hacer desaparecer la izquierda del mapa", apuntaba Joffrin.
El candidato centrista les replicó que responden a "poderosos intereses" que intentan evitar el auténtico cambio en Francia. Y éste es precisamente el envite. En los últimos momentos, la posibilidad de que al sorprendente campesino bearnés le salga bien su apuesta ha hecho sonar las alarmas entre los guardianes de las esencias de la V República que llaman a los electores a no dejarse seducir por los cantos de sirena del centrismo. Porque, en último término, sólo su llegada al Elíseo -al margen de una inverosímil victoria de Le Pen- supondría un auténtico cambio en el modelo político francés. Desencadenaría -como ya se ha vislumbrado estos días- la siempre aplazada ruptura entre socialdemócratas y gauchistas dentro del Partido Socialista (PS), por un lado, y por otro la realineación de fuerzas en la derecha, entre centristas, gaullistas y liberales.
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