Al igual que lo viene haciendo con Estados Unidos durante años, el presidente venezolano ha multiplicado deliberadamente en los meses recientes su papel de provocador continental, encadenando decisiones que no pueden pasar inadvertidas. Hace semanas era su anuncio de abandonar el Banco Mundial, el FMI e incluso la Organización de Estados Americanos. O la nacionalización de las explotaciones petrolíferas del Orinoco. O la propuesta de un denominado Banco del Sur, que haría préstamos a gobiernos latinoamericanos sin el yugo "neoliberal". Le llega el turno ahora a la cadena Radio Caracas Televisión, abiertamente hostil a Hugo Chávez, que dejará de emitir a medianoche de este domingo porque el Gobierno venezolano ha decidido no renovar su licencia.
La medida de Chávez anunciada ya a sus conmilitones en diciembre, al calor de su incontestable nuevo triunfo electoral, es una grave muestra más de la imparable deriva del régimen hacia el caudillismo unipersonal, libre de contrapesos. Que la emisora televisiva más influyente del país pierda la licencia después de 53 años por su decidida enemiga hacia el presidente de la República -fue una de las cuatro que apoyaron el golpe contra Chávez de 2002- y su voluntad de no plegarse a las directrices del poder muestra el autoritarismo a ultranza y el carácter arbitrario del líder venezolano. Pero refleja también la inoperancia de los mecanismos de control que en los sistemas democráticos reequilibran y rectifican en su caso los abusos del Ejecutivo. En una Venezuela ayuna de instituciones realmente independientes, los deseos del jefe del Estado se convierten en ley, al margen de que, en este caso, un 70% de los ciudadanos, según una encuesta del mes pasado, estén contra el cierre de RCTV.
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