La elección clara de Nicolas Sarkozy a la presidencia de la República refleja un deseo de cambio, y viene de la mano de una auténtica revolución en la política francesa cuyos efectos no se detienen en una bella jornada democrática. Estos comicios han vuelto a despertar el interés de los franceses por la política, con una participación récord tanto en la primera como en la segunda vuelta de ayer, especialmente entre los jóvenes, y un debate previo entre Royal y Sarkozy que decantó el resultado. Pero Sarkozy tiene ahora que combatir al que se puede convertir en su peor enemigo: él mismo y su tendencia al populismo. El presidente no puede ser como el candidato o el político que quería llegar. Ya ha llegado. Su reto inmediato es que Francia salga unida y fuerte de su crisis real y psicológica.
Sarkozy supone una revolución en otros sentidos. Pertenece, como Royal, a una generación que no vivió la Segunda Guerra Mundial ni los primeros pasos de la integración europea. Tras Mitterrand y Chirac, Francia necesitaba de un rejuvenecimiento de sus políticos. Ya lo tiene, además con el primer hijo de inmigrantes que llega a tan alta magistratura, aunque con un discurso antiinmigración. Es también un político puro que no ha pasado por las grandes écoles de las que suelen salir las élites francesas. Francia está necesitada de menos mandarinismo. Este resultado demuestra que en los últimos lustros, la sociedad francesa se ha movido hacia la derecha. Sarkozy hizo suyo buena parte del ideario de Le Pen, que ha contaminado toda la política francesa. Debería rectificar, pues el riesgo de romper la sociedad francesa es grave. Sin embargo, no es una broma que Sarkozy haya llamado a enterrar el Mayo del 68 ni que le hayan apoyado muchos intelectuales que venían de aquellas barricadas.
Ségolène Royal se ha presentado como una socialista moderada. Su única opción estaba en abrirse al centro, pues el granero de votos a su izquierda era casi inexistente. Ayer, en un ejemplar reconocimiento de su derrota un minuto después de cerrados los colegios electorales y anunciarse el resultado de los sondeos, llamó a "renovar a la izquierda, más allá de sus fronteras actuales". Royal piensa ya en las elecciones legislativas de junio y más allá, y a ello se lanzó. Con su resultado, la candidata socialista no sólo ha lavado la afrenta de Le Pen, que en 2002 desbancó a Jospin en la primera vuelta, sino que se ha convertido en la referencia de un Partido Socialista que se dividió con el referéndum sobre la Constitución europea. Puede que tenga más recorrido político que lo que la derrota de ayer pudiera indicar, aunque la izquierda francesa debe ser consciente de que ha perdido tres elecciones consecutivas a la Presidencia francesa.
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