El presidente Luis Inacio Lula da Silva quedó en una situación que todo político detesta: a partir de esta tragedia espantosa, será responsabilizado por cada atraso en un aeropuerto, cada desperfecto técnico en un avión, cada incidente aéreo o incluso turbulencia. El costo político no será gratuito. Hace 10 meses la crisis estalló literalmente en el aire, cuando un avión de Gol chocó a 13.000 metros de altura con un jet ejecutivo y mató a 154 personas. El accidente terminó de poner en evidencia la mala gestión de uno de los pilares de la infraestructura de transporte del país. Sin embargo, ante la necesidad de demostrar capacidad de gestión y eficiencia, Lula falló. La señal de que la tragedia de anteayer fue la gota que desbordó el vaso resulta obvia: hasta un integrante del bloque oficialista, el diputado Renato Casagrande (Partido Socialista Brasileño) acusa al propio gobierno de ineficiencia. "Más allá de lo que causó el accidente, el gobierno necesita revisar el sistema de gestión aérea del país. El presidente Lula tiene que encontrar soluciones. Las cosas no pueden continuar así", dijo ayer el diputado. Es evidente que no hay una responsabilidad directa del presidente en el accidente. Quizás hasta se llegue a la conclusión de que el piloto cometió un error al intentar levantar vuelo cuando tocó el piso. Pero también queda claro, y por eso están lloviendo críticas sobre el gobierno, que el sistema de aviación civil de Brasil es precario, y que ésa es la "madre" de todas las tragedias. Y de eso sí el presidente es responsable, después de casi cinco años de gestión.
Las compañías aéreas brasileñas, TAM y Gol, hacen lo que quieren con los pasajeros: cancelan vuelos sin avisar, cobran tarifas altísimas, atrasan las partidas sin dar explicaciones y ofrecen servicios pésimos a bordo, como si fueran compañías económicas. Los pasajeros, sin embargo, no tienen ni la opción de reclamar al gobierno -porque los entes reguladores durante la gestión de Lula se volvieron invisibles-, ni la posibilidad de disfrutar de una ventaja de la economía de mercado: la competencia. Brasil vive un duopolio aéreo. Una nube negra Lula navegaba hasta la semana pasada en aguas tranquilas. La economía crece a un ritmo apreciable, la oposición parece adormecida y la lejanía de las elecciones (se celebrarán en 2010) le asegura todavía un fuerte capital político. Su aprobación, medida hace dos semanas, llega al 64 %, y apenas un 29,8 % de la población desaprueba de su gestión. Sin embargo, una nube negra apareció en el horizonte. Primero, los abucheos en el Estadio de Maracaná, donde se inauguraron los Juegos Panamericanos. Los abucheos comenzaron en un sector -que podía tenerle antipatía política-, pero rápidamente se extendieron a todo el estadio. Ahora, una tragedia muestra a Lula como el principal responsable de un problema que lleva 10 meses sin solución. Más allá de que muchos brasileños jamás subieron a un avión, la idea de que Lula no tiene capacidad para resolver un problema grave puede cristalizarse en la opinión pública. Y la opinión de que no puede actuar en situaciones de emergencia. Una señal curiosa: desde que se produjo la tragedia aérea más grave de la historia del país, el presidente no apareció en público. La Argentina, que sufre situaciones parecidas en su sistema de aviación civil, puede aprovechar la lección de esta tragedia y evitar el "efecto Orloff", usado por muchos historiadores y sociólogos para mostrar esa situación curiosa en que algunos fenómenos que ocurren en Brasil se reproducen tiempo después en la Argentina, y viceversa. Orloff no era ningún filósofo, sino una marca de vodka que tenía un mote publicitario que se volvió famoso en Brasil: "Yo soy vos, mañana".
Fuente: Diario La Nación de Buenos Aires


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