El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ratificó anoche enérgicamente su intención de no ceder a la presión de los huelguistas y continuar con su política de ruptura, mientras centenares de miles de personas virtualmente paralizaban el país y se manifestaban contra sus reformas y en reclamo de aumentos de salario. "No cederemos, no daremos marcha atrás", lanzó Sarkozy en un discurso ante los alcaldes de Francia. En tono desafiante, Sarkozy rompió por primera vez el silencio que se había impuesto desde el martes 13, cuando comenzaron los paros masivos en los transportes para protestar por su proyecto de reforma de los regímenes especiales de jubilación. "Francia necesita reformas para hacer frente a los desafíos que le impone el mundo. Y las haremos", insistió.
El jefe del Estado acusó a los huelguistas de transformar en "rehenes" a los usuarios de los transportes públicos e insistió en que todo debía regresar cuanto antes a la normalidad después de una semana de huelga. "Es necesario saber terminar una huelga. Hay que tener consideración hacia todas esas personas que tienen que ir a trabajar", señaló. En la calle, decenas de miles de manifestantes que protestaban contra su política no parecían dispuestos a escuchar las arengas del presidente. La huelga de empleados públicos, limitada a la jornada del martes, fue organizada para reclamar aumentos salariales y protestar contra las reducciones de personal anunciadas por el gobierno. La medida de fuerza alcanzó a la radio y la televisión públicas, los hospitales, correos, oficinas de impuestos, algunos sectores de la defensa, el Banco de Francia, teléfonos y hasta los servicios de meteorología. También hubo paros en los sectores de la energía, comercio y construcción. Ayer tampoco hubo diarios y numerosos vuelos fueron anulados debido al paro de los controladores aéreos.
Numerosas manifestaciones reunieron decenas de miles de personas en varias ciudades del país, sorprendiendo a los mismos organizadores, que no esperaban semejante movilización. En París, el cortejo reunió entre 30.000 y 70.000 participantes, según estimaciones de la policía o los organizadores. Los manifestantes marcharon tras una bandera que proclamaba "Juntos por los salarios, el empleo y los servicios públicos". Una afluencia similar se registró en otras grandes ciudades del país, como Marsella (60.000), Lyon (15.000) y Rennes (25.000). Los militantes más duros expulsaron de la marcha a François Cherèque, líder de la central CFDT, que el viernes había ordenado a sus militantes regresar al trabajo. Abucheado, tuvo que irse corriendo en medio de sus guardaespaldas. Todos los sindicatos de la función pública habían llamado a sus 5,2 millones de afiliados a cesar sus labores y a manifestarse. La protesta también estuvo dirigida contra la supresión de 22.900 empleos en ese sector prevista por el gobierno para 2008. El movimiento fue particularmente seguido en el sector educativo nacional, con un acatamiento del 39% (según el gobierno) y más del 60% (según los sindicatos). Numerosas escuelas permanecieron cerradas, lo que complicó aún más la jornada de los franceses.


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