Mientras las autoridades judiciales continúan con las labores técnicas para tratar de establecer si el pequeño Juan David Gómez Tapiero es en realidad el hijo concebido en cautiverio por Clara Rojas, la familia de la madre secuestrada, como el resto del país, sólo espera que cese pronto esta horrible pesadilla. De la alegría por la noticia sobre la inminencia de la liberación del pequeño pasaron a la tristeza al enterarse de que –al parecer- la guerrilla los estaría engañando una vez más. La familia Rojas prefiere no hablar mucho sobre el tema. Está aterrada y únicamente espera que se aclare pronto qué es lo que en realidad está pasando. Con la alocución del presidente Álvaro Uribe, el 31 de diciembre, surgieron muchas dudas. ¿Será cierto que las Farc no tienen al niño y que lo dejaron al cuidado del ICBF, que ya lo entregó a una familia sustituta, en Bogotá?, ¿Será que el presidente Uribe se equivoca al lanzar esa hipótesis?¿, ¿ Por qué Uribe reveló la información con tanta espectacularidad?¿, ¿Qué intereses se mueven detrás del pulso Uribe- Chávez?¿, ¿Qué va a pasar con los demás secuestrados, entre ellos Clara, madre del niño, de quien poco se habla ahora que la atención está concentrada en la identidad del infante?¿, ¿Hasta dónde llegará la infamia de las Farc con los rehenes?
Aunque el gobierno sostenga que no tuvo ningún interés en hacer “show” con la presentación del tema de Emmanuel –o Juan David, si es que son ciertas las palabras de Uribe- en la alocución presidencial quedó la sensación de que se quería sacar un clavo con Chávez y otro con las Farc antes que otra cosa. La sola forma como fue presentada la historia de Juan David abrió nuevos interrogantes sobre los riesgos de la andanada presidencial. ¿Qué pasa si ese no es el niño secuestrado?, y, si lo es, ¿tiene derecho el gobierno a ventilar de semejante manera un drama tan grande? Alguien dirá que es peor lo que hacen las Farc al secuestrar a un niño antes de nacer. Totalmente de acuerdo. Pero eso no le da derecho al gobierno a exponer por los medios la vida de un niño de esa manera. Eso no sorprendería en manos de las Farc, acostumbradas como están a hacer política con el dolor ajeno, pero el gobierno debe evitar caer en los mismos errores. Por otro lado, parece prudente esperar a que sean divulgados los resultados de las pruebas de ADN a los familiares de Clara Rojas para determinar si el niño hallado en Bogotá es en verdad Emmanuel. Antes de eso pueden decirse muchas cosas: Que la tesis de Uribe puede ser cierta porque José Gómez, el hombre entregó el niño al ICBF se contradijo en el supuesto parentesco con el menor y ahora pidió ayuda del Estado ante supuestas amenazas de las Farc. O que Uribe se equivoca porque en una de las pruebas de supervivencia enviadas por las Farc el año pasado, un soldado secuestrado meses atrás asegura que vio al niño y, por lo tanto, éste no podría ser el mismo que desde 2005 está en poder del ICBF. Como sea, lo cierto es un niño es hoy el protagonistas de una tragedia muy grande que sirve de testimonio de la crueldad de la guerra. Ojalá las Farc y el gobierno lo entiendan y todos los plagiados regresen cuanto antes a sus hogares.
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