viernes, marzo 07, 2008

El empate Hillary-Obama dispara el valor de los superdelegados indecisos

«No se acaba hasta que la señora gorda canta» (It ain´t over ´til the fat lady sings), es otra expresión de origen operístico en el inglés coloquial a la que estos días se recurre bastante para explicar la larga marcha del Partido Demócrata en busca de un candidato presidencial. Como en «El anillo de los nibelungos» -la tetralogía wagneriana de más de quince horas de duración-, se espera cada vez con mayor ansiedad la culminante apoteosis de un candidato que llegue a los 2.025 delegados requeridos para lograr la nominación. Pero el problema es que matemáticamente cada vez queda menos espacio para que la oronda valquiria se pueda acercar al proscenio y cantar su número final.


Una vez aclarados los resultados de Texas, especialmente complicados de tabular por el laberíntico sistema utilizado por los demócratas al mezclar primaria y «caucus» en el proceso de selección de candidatos, Hillary Clinton va a terminar básicamente con la mitad de todos los 370 delegados repartidos durante este «mini-supermartes». Resultados que sitúan a la ex primera dama con un doble déficit con respecto a Barack Obama: aproximadamente un centenar menos de delegados y 600.000 sufragios menos en las cuentas totales de voto popular.



Números imposibles

Con el agravante de que a estas alturas solamente quedan por repartir unos 600 delegados electos y unos 350 «superdelegados» (altos cargos del partido) neutrales. Para imponerse en esta batalla complicada por el sistema proporcional de reparto de delegados utilizado por el Partido Demócrata, Hillary Clinton tendría que ganar en la docena de primarias pendientes por un imposible margen de ventaja de 23 puntos. El doble de la victoria obtenida por la senadora en Ohio.



Estos nuevos cálculos multiplican la importancia de los «superdelegados», con renovados esfuerzos de persuasión por parte de los dos rivales demócratas. Aunque Hillary ha conseguido sumar en este segmento 242 respaldos frente a los 207 decantados hacia Obama, el resto de «superdelegados» neutrales parece tener bastante claro que no va a votar por el candidato que haya cosechado menos respaldo popular. Sin que falten recordatorios sobre mayores riesgos de derrota en las elecciones generales cuando estos pulsos internos se prolongan hasta la misma convención, citándose los ejemplos de Gerald Ford en 1976 y Jimmy Carter en 1980.

Entre los intentos de buscar un decisivo golpe de gracia para este duelo, el Partido Demócrata se está planteando ahora la posibilidad de repetir las primarias de Florida y Michigan, que favorecieron a Hillary Clinton pero fueron anuladas por haber sido adelantadas a enero sin permiso. Esas dos jurisdicciones penalizadas tienen un total de 366 delegados. Pero uno de los grandes problemas para no marginar a más de cinco millones de votantes pasa por encontrar todo el dinero suficiente para repetir esos comicios.

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