Como lo venían anunciando las encuestas, el Partido Socialista (PSOE) ganó las elecciones de ayer en España. Pero, pese a su ventaja sobre el Partido Popular (PP), no consiguió la meta de la mayoría absoluta. Necesitaban 176 curules para ello, y, al cierre de estas líneas, estaba a nueve escaños de esa imposible mayoría. Avanzaron PSOE y PP en número de votantes y curules, pero es la segunda derrota consecutiva de la derecha. El triunfo socialista premia los cuatro años de gestión de José Luis Rodríguez Zapatero y castiga a la oposición (a diferencia de Francia, donde en la primera vuelta de las elecciones locales, ayer también, los votantes castigaron al presidente Nicolás Sarkozy y su partido, a favor de la oposición socialista). Pese a que Zapatero no gobernará en solitario, podrá realizar alianzas específicas con partidos minoritarios: Izquierda Unida o algunos grupos nacionalistas.
El dato más importante para la democracia española es que la ciudadanía votó sin incidentes y en forma copiosa. Algunos sectores del Partido Popular aspiraban a que la presencia en las urnas no fuera muy alta, pues existía la idea equivocada de que la masa electoral volátil es más roja (PSOE) que azul. Por su parte, el grupo separatista Eta jugó la carta del miedo, que hace cuatro años -esgrimida por el terrorismo islamista- modificó las tendencias electorales y llevó a elegir a Zapatero. El viernes, los etarras asesinaron a un ex concejal socialista en el País Vasco; el crimen indujo a Sandra Carrasco, hija del muerto, a pedir una votación masiva para repudiar a los asesinos. La copiosa elección de ayer demuestra que la ciudadanía no atendió los signos en contra del voto y acudió a las urnas en porcentaje muy cercano al de 2004. Descendió, sin embargo, la participación en el País Vasco.
Estas elecciones consolidaron el bipartidismo. En 1982, cuando por primera vez ganó uno de los dos grandes partidos actuales, la suma de ambos representaba el 74,5 por ciento de los votos. Ayer, el PSOE más el PP alcanzaban más del 80 por ciento.
El vencedor no tendrá segundo mandato fácil. La economía se desacelera; el crecimiento baja al menos un punto de 2007 a 2008; sube el desempleo; la inflación sobrepasa el 4 por ciento. En el campo social se esperan duras batallas. Hace una semana, la Iglesia eligió como jefe del arzobispado a monseñor Antonio Rouco Varela, un prelado de la línea dura que se ha enfrentado al gobierno socialista. Y la política española está cada día más polarizada entre los extremos que encarnan el PSOE y el PP. Zapatero no tendrá mucho tiempo para celebraciones.
editorial@eltiempo.com.co
El dato más importante para la democracia española es que la ciudadanía votó sin incidentes y en forma copiosa. Algunos sectores del Partido Popular aspiraban a que la presencia en las urnas no fuera muy alta, pues existía la idea equivocada de que la masa electoral volátil es más roja (PSOE) que azul. Por su parte, el grupo separatista Eta jugó la carta del miedo, que hace cuatro años -esgrimida por el terrorismo islamista- modificó las tendencias electorales y llevó a elegir a Zapatero. El viernes, los etarras asesinaron a un ex concejal socialista en el País Vasco; el crimen indujo a Sandra Carrasco, hija del muerto, a pedir una votación masiva para repudiar a los asesinos. La copiosa elección de ayer demuestra que la ciudadanía no atendió los signos en contra del voto y acudió a las urnas en porcentaje muy cercano al de 2004. Descendió, sin embargo, la participación en el País Vasco.
Estas elecciones consolidaron el bipartidismo. En 1982, cuando por primera vez ganó uno de los dos grandes partidos actuales, la suma de ambos representaba el 74,5 por ciento de los votos. Ayer, el PSOE más el PP alcanzaban más del 80 por ciento.
El vencedor no tendrá segundo mandato fácil. La economía se desacelera; el crecimiento baja al menos un punto de 2007 a 2008; sube el desempleo; la inflación sobrepasa el 4 por ciento. En el campo social se esperan duras batallas. Hace una semana, la Iglesia eligió como jefe del arzobispado a monseñor Antonio Rouco Varela, un prelado de la línea dura que se ha enfrentado al gobierno socialista. Y la política española está cada día más polarizada entre los extremos que encarnan el PSOE y el PP. Zapatero no tendrá mucho tiempo para celebraciones.
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