Es normal que haya preocupación entre los actores económicos, especialmente comerciales, por la delicada situación por la cual atraviesa la relación entre Ecuador y Colombia; más todavía, cuando la virulencia oficial llegó a términos altisonantes, que hoy se perciben desproporcionados ante el curso de los resultados diplomáticos.
Ecuador y Colombia tienen una intensa relación comercial y de inversión; ésta no se ha visto mayormente alterada, salvo por las previsibles diferencias arancelarias y los nudos burocráticos en Rumichaca y otros puntos aduaneros. Las cámaras binacionales son activas y han logrado mantener un flujo de intercambio importante, aunque levemente decreciente, en los últimos tiempos.
Se desconoce el efecto del cierre de la frontera de Venezuela para Colombia y sus implicaciones en la relación comercial; sin embargo, se considera que la situación ecuatoriano-colombiana es muy diferente. Incluso, hay razones fundadas para pensar que los avatares políticos y diplomáticos -luego de la agresión bélica- no debieran afectar significativamente las relaciones económicas binacionales.
Las decisiones de la Organización de Estados Americanos debieran ubicar el conflicto en los canales correspondientes, luego de la grave situación que se produjo entre los dos países. Esta intervención de la diplomacia hemisférica debiera asegurar que las relaciones -en los ámbitos comercial, industrial y financiero- no resulten afectadas, salvo por las prevenciones frente a sucesos imprevisibles.
Y si bien el presidente Rafael Correa toma los resultados diplomáticos de este miércoles como un primer paso para insistir en una condena a Colombia por su premeditada violación a la soberanía ecuatoriana, desde el inicio se ha advertido la intención de las autoridades ecuatorianas de limitar el problema al ámbito diplomático y político.
En ese sentido, fue tranquilizador constatar que ayer, en la cadena nacional para evaluar los resultados de la gestión diplomática en Washington, el Gobierno insistiera en esa puntualización y declarara que las relaciones comerciales y el libre flujo de personas no tienen por qué afectarse. Nada de aquello se opone a una salida diplomática airosa.
Ecuador y Colombia tienen una intensa relación comercial y de inversión; ésta no se ha visto mayormente alterada, salvo por las previsibles diferencias arancelarias y los nudos burocráticos en Rumichaca y otros puntos aduaneros. Las cámaras binacionales son activas y han logrado mantener un flujo de intercambio importante, aunque levemente decreciente, en los últimos tiempos.
Se desconoce el efecto del cierre de la frontera de Venezuela para Colombia y sus implicaciones en la relación comercial; sin embargo, se considera que la situación ecuatoriano-colombiana es muy diferente. Incluso, hay razones fundadas para pensar que los avatares políticos y diplomáticos -luego de la agresión bélica- no debieran afectar significativamente las relaciones económicas binacionales.
Las decisiones de la Organización de Estados Americanos debieran ubicar el conflicto en los canales correspondientes, luego de la grave situación que se produjo entre los dos países. Esta intervención de la diplomacia hemisférica debiera asegurar que las relaciones -en los ámbitos comercial, industrial y financiero- no resulten afectadas, salvo por las prevenciones frente a sucesos imprevisibles.
Y si bien el presidente Rafael Correa toma los resultados diplomáticos de este miércoles como un primer paso para insistir en una condena a Colombia por su premeditada violación a la soberanía ecuatoriana, desde el inicio se ha advertido la intención de las autoridades ecuatorianas de limitar el problema al ámbito diplomático y político.
En ese sentido, fue tranquilizador constatar que ayer, en la cadena nacional para evaluar los resultados de la gestión diplomática en Washington, el Gobierno insistiera en esa puntualización y declarara que las relaciones comerciales y el libre flujo de personas no tienen por qué afectarse. Nada de aquello se opone a una salida diplomática airosa.
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