En la reunión de ayer del Consejo Permanente de la OEA en Washington -que continuaba al cierre de estas líneas-, Colombia y Ecuador presentaron sus argumentos. Mientras uno pidió condenar la violación a su soberanía, convocar una comisión de verificación de los hechos y la Reunión Consultiva de Ministros de Relaciones Exteriores, el embajador colombiano, Camilo Ospina, argumentó el derecho de Colombia a defenderse del terrorismo, aportó documentos sobre el apoyo de Venezuela y Ecuador a las Farc y llamó a conformar una Comisión de Exploración de Alternativas Políticas. Es probable que el debate siga en la reunión de cancilleres, pero las posiciones son casi antagónicas y no se ve salida pronta a la crisis.
El argumento del vocero venezolano ayer en la OEA, de que la muerte del segundo hombre de las Farc fue "un acto genocida", reafirma -una vez más- la inaceptable solidaridad del gobierno de Chávez con una organización que ha asesinado y secuestrado a miles de colombianos inocentes; ha cometido incalificables actos de terrorismo contra un Estado de derecho, y ha violado todas las normas del derecho humanitario. El líder de las Farc murió en su ley: la de la guerra y la muerte que escogió y practicó de manera despiadada por décadas. Desconocer esto linda con el cinismo.
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El argumento del vocero venezolano ayer en la OEA, de que la muerte del segundo hombre de las Farc fue "un acto genocida", reafirma -una vez más- la inaceptable solidaridad del gobierno de Chávez con una organización que ha asesinado y secuestrado a miles de colombianos inocentes; ha cometido incalificables actos de terrorismo contra un Estado de derecho, y ha violado todas las normas del derecho humanitario. El líder de las Farc murió en su ley: la de la guerra y la muerte que escogió y practicó de manera despiadada por décadas. Desconocer esto linda con el cinismo.
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