En medio de las marchas de ayer en memoria de las víctimas de la violencia, y como abrebocas de la cumbre presidencial en Santo Domingo, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, anunció que rompía relaciones con Colombia. Es la primera vez que el país enfrenta en su historia la ruptura de relaciones con tres naciones a la vez (a Venezuela solo le falta romperlas formalmente).
En semejante contexto viajó el presidente Álvaro Uribe a la cumbre dominicana, donde se encontrará con ese trío de mandatarios -Chávez, Correa y Ortega- que han dejado ver de manera tan beligerante y ofensiva su animadversión al gobierno colombiano. Y su desconocimiento de lo que aquí ocurre.
La decisión de Ortega no es una sorpresa. Nicaragua tiene sus razones: además de su cercanía ideológica a Chávez y su dependencia económica de este, la disputa marítima con Colombia es un poderoso aliciente para esta movida. Con la cual, por otra parte, se intenta conformar una suerte de 'eje' Caracas-Quito-Managua (¿un 'eje del mal' para Colombia?) que, en otros órdenes y con algunos aliados más, ha venido jugando un papel en el hemisferio. Es de esperar que naciones como Bolivia o Argentina, que tienen cercanías con Venezuela, sepan separar la paja del trigo en este complejo panorama.
Dividir al continente en amigos y enemigos de Chávez hablaría muy mal de la dignidad nacional de gobiernos que optaran por hipotecar su política exterior a los mandatos de la chequera petrolera del intemperante coronel-presidente. En cualquier caso, la decisión de Ortega y las instigaciones de Venezuela pueden producir una seria crisis en el sistema interamericano, que enfrentaría retos sin precedentes.
Siga leyendo el editorial del diario El Tiempo de Bogotá
En semejante contexto viajó el presidente Álvaro Uribe a la cumbre dominicana, donde se encontrará con ese trío de mandatarios -Chávez, Correa y Ortega- que han dejado ver de manera tan beligerante y ofensiva su animadversión al gobierno colombiano. Y su desconocimiento de lo que aquí ocurre.
La decisión de Ortega no es una sorpresa. Nicaragua tiene sus razones: además de su cercanía ideológica a Chávez y su dependencia económica de este, la disputa marítima con Colombia es un poderoso aliciente para esta movida. Con la cual, por otra parte, se intenta conformar una suerte de 'eje' Caracas-Quito-Managua (¿un 'eje del mal' para Colombia?) que, en otros órdenes y con algunos aliados más, ha venido jugando un papel en el hemisferio. Es de esperar que naciones como Bolivia o Argentina, que tienen cercanías con Venezuela, sepan separar la paja del trigo en este complejo panorama.
Dividir al continente en amigos y enemigos de Chávez hablaría muy mal de la dignidad nacional de gobiernos que optaran por hipotecar su política exterior a los mandatos de la chequera petrolera del intemperante coronel-presidente. En cualquier caso, la decisión de Ortega y las instigaciones de Venezuela pueden producir una seria crisis en el sistema interamericano, que enfrentaría retos sin precedentes.
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