La política subyuga los Juegos de Pekín, con un Gobierno chino bajo sospecha internacional al que de nada ha servido pregonar una tregua diplomática durante el evento que se inaugura hoy. Las voces contra el asfixiante régimen comunista se multiplican y, por ahora, el deporte ha quedado en un segundo plano.
Bajo el secretismo habitual chino y con la amenaza de un olimpismo politizado, Pekín se asomará desde hoy al planeta con la inauguración de los Juegos de la 29ª Olimpiada, cuyos organizadores sostienen haberse basado en cuatro principios: "Una Olimpiada abierta, creativa, eficiente, honrada y del pueblo". Justo lo que le demandan desde todas las puntas del Globo. La ceremonia, sobre la que las autoridades locales guardan un mutismo total, marcará la temperatura política del evento, antes de dar paso a la cartelera deportiva del próximo sábado. El Gobierno chino, que tendrá como principales invitados a los presidentes de Estados Unidos y de Francia, George W. Bush y Nicolas Sarkozy, respectivamente, y al primer ministro de Rusia, Vladímir Putin, entre otros muchos dirigentes -con los Príncipes de Asturias como representantes españoles- asegura tener todo controlado, desde un imponente despliegue de seguridad hasta el bombardeo a las nubes con yoduro si fuera necesario alterar la climatología. Lo que no podrá sofocar el Partido son mensajes, más o menos subliminales, en contra de su posición en Tíbet y Sudán y su restricción de los derechos humanos. Al frente, Estados Unidos, cuya delegación desfilará abanderada por el mediofondista Lopez Lomong, un repatriado sudanés que logró huir de los horrores de Darfur. "Que Bush se meta en sus asuntos", respondió ayer Quim Gang, portavoz de Exteriores de Pekín, a la petición del presidente estadounidense, que aterrizará hoy en Pekín, de que "el pueblo chino merece gozar de mayor libertad".
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Bajo el secretismo habitual chino y con la amenaza de un olimpismo politizado, Pekín se asomará desde hoy al planeta con la inauguración de los Juegos de la 29ª Olimpiada, cuyos organizadores sostienen haberse basado en cuatro principios: "Una Olimpiada abierta, creativa, eficiente, honrada y del pueblo". Justo lo que le demandan desde todas las puntas del Globo. La ceremonia, sobre la que las autoridades locales guardan un mutismo total, marcará la temperatura política del evento, antes de dar paso a la cartelera deportiva del próximo sábado. El Gobierno chino, que tendrá como principales invitados a los presidentes de Estados Unidos y de Francia, George W. Bush y Nicolas Sarkozy, respectivamente, y al primer ministro de Rusia, Vladímir Putin, entre otros muchos dirigentes -con los Príncipes de Asturias como representantes españoles- asegura tener todo controlado, desde un imponente despliegue de seguridad hasta el bombardeo a las nubes con yoduro si fuera necesario alterar la climatología. Lo que no podrá sofocar el Partido son mensajes, más o menos subliminales, en contra de su posición en Tíbet y Sudán y su restricción de los derechos humanos. Al frente, Estados Unidos, cuya delegación desfilará abanderada por el mediofondista Lopez Lomong, un repatriado sudanés que logró huir de los horrores de Darfur. "Que Bush se meta en sus asuntos", respondió ayer Quim Gang, portavoz de Exteriores de Pekín, a la petición del presidente estadounidense, que aterrizará hoy en Pekín, de que "el pueblo chino merece gozar de mayor libertad".
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