Muy delgado y algo espectral ahora que se ha afeitado la profusa barba que le sirvió de camuflaje en los últimos años, Radovan Karadzic sorprendió ayer al Tribunal Penal para la antigua Yugoslavia, en La Haya, al asegurar que en 1996 acordó la inmunidad con Estados Unidos a cambio de desaparecer de la vida pública. "Mi compromiso era retirarme de la vida pública y de la vida literaria. A cambio, Estados Unidos cumpliría sus obligaciones", afirmó, en el sentido de que no sería entregado a la justicia internacional.
El diplomático estadounidense Richard Holbrooke, mediador en el conflicto de Bosnia del entonces presidente Bill Clinton y arquitecto de los acuerdos de paz de Dayton, negó anoche tajantemente la existencia de tal pacto.
La afirmación de Karadzic llegó después de que el juez Alfhons Orie leyera un resumen de los 11 cargos de genocidio, crímenes de guerra y contra la humanidad que se le imputan por su papel durante la guerra de Bosnia (1992-1995). El antiguo líder serbobosnio, que confirmó que se defenderá a sí mismo, dijo también que teme por su vida y denunció irregularidades durante la detención en Belgrado, la pasada semana: "Me secuestraron unos civiles que no conozco".
La nueva imagen de Karadzic no se parece a ninguna de sus dos identidades anteriores. Si ya no es el venerable curandero del pasado reciente, tampoco recuerda al líder pletórico que hace una década regía los destinos de los Balcanes junto con su principal aliado, el ex presidente serbio Slobodan Milosevic. Pero la revelación de que Richard Holbrooke le ofreció retirarse "para no poner en peligro los acuerdos de Dayton" (que acabaron con la guerra de Bosnia), fue incluso más llamativa que las pasadas soflamas políticas de Milosevic.
Con la lección aprendida del peligro de retraso que corren estos juicios por cosas similares, y también con el reglamento en la mano, el juez Orie le aconsejó que remitiera por escrito sus notas al secretario del Tribunal. "Con esto quería decir que temo por mi vida, porque si Holbrooke quiere mi muerte, deseo saber si su brazo es lo bastante largo como para llegar hasta aquí", remachó Karadzic.
A falta de comprobar la veracidad de sus afirmaciones, cabe recordar que la primera fiscal del Tribunal para Yugoslavia, Carla del Ponte, ya expresó en septiembre pasado, en Belgrado, su preocupación por la existencia de un posible acuerdo de estas características. También es significativo su silencio de ahora, forzado por su cargo de embajadora de Suiza en Argentina.
Tras la sorpresa de la existencia del supuesto pacto, se pasó a cuestiones esenciales de procedimiento. Así, a la cuestión de si tenía un abogado, Karadzic dijo que pensaba defenderse a sí mismo. "No veo a su abogado, tal vez sea invisible", apuntó el juez Orie. "Actuaré como lo haría ante una catástrofe natural o un ataque contra mi persona", respondió Karadzic. Muy atento a sus palabras, el presidente de la sala le recordó que estaba en su derecho de ejercer la abogacía personal, pero no tendría privilegios. "También quiero que sepa que una defensa de esta clase suele presentar desventajas".
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