martes, agosto 26, 2008

La gran pregunta es qué rumbo tomará China tras los Juegos

Por Jim Yardley De The New York Times en el diario La Nación de Buenos Aires


para convencer a los líderes que su modelo actual funciona. "China estaba ansiosa por presentar algo que demostrara que se ha convertido en una nueva potencia", dijo Shen Dingli, profesor de la Universidad Fudan de Shanghai. "Tiene problemas, pero es capaz de controlarlos. Sus instituciones tienen puntos débiles, pero también puntos fuertes."




Jacques Rogge, presidente del Comité Olímpico Internacional, dijo que la elección de Pekín para los Juegos había sido "correcta" y que todo el evento había servido como un puente entre China y el resto del mundo. "El mundo ha conocido China y China ha conocido al mundo", dijo Rogge. "Creo que eso tendrá un efecto positivo a largo plazo", agregó.

En gran medida, los Juegos reflejaron la fuerza del poder centralizado del sistema autoritario chino: los asombrosos estadios deportivos costaron 43.000 millones de dólares, que fueron casi totalmente absorbidos por el Estado. Las 51 medallas de oro de China fueron producto de la maquinaria deportiva controlada por el Estado. Justamente por estos éxitos algunos analistas dudan de que los líderes chinos se dediquen inmediatamente a cambiar el statu quo.

"Han logrado mostrar una gran imagen", dijo Hung Huang, un ejecutivo de Pekín. "Van a disfrutar de eso por un tiempo. No tenemos una cultura favorable al cambio. China, por naturaleza, debe ser empujada para hacer cambios. Las reformas económicas se hicieron porque estábamos en un desesperante estado de pobreza", explicó.

De hecho, a pesar de toda la atención concitada por los Juegos, 2008 también marca el aniversario número 30 del momento en que China adoptó por primera vez las reformas de mercado que han impulsado el rápido ascenso económico del país. A medida que la población se vuelve más urbana y rica, el liderazgo probablemente deberá enfrentarse con mayores expectativas y más demandas de mejores servicios. Muchos en China esperaban que este aniversario inspirara nuevas reformas, especialmente de un sistema político aún plagado de corrupción y falta de transparencia.

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