La sonrisa forzada de Gordon Brown recibía esta mañana a los delegados del congreso laborista. No salía de sus labios, sino de los de una efigie de cartón fabricada por una casa de juego para publicitar su último desafío. "Brown no será primer ministro el 30 de septiembre de 2008. Se cogen apuestas por 10 a uno".

La proporción se antoja exageradamente escasa a la luz del tono que ha presidido el congreso. Y no porque no haya enfado y desánimo entre los militantes, sino porque son sentimientos que no terminan de cuajar en un liderazgo alternativo. La convicción general es que no importa demasiado el discurso que dé. Haga lo que haga, a corto plazo Brown tiene garantizada su supervivencia política.
Eso no significa que el de hoy —a las 15.00, hora peninsular española— no vaya a ser el discurso de su vida. A más de 20 puntos en las encuestas, el 'premier' debe convencer a los militantes que todavía hoy es el hombre que puede llevar al laborismo a la victoria en las urnas.
Hará un discurso personal, según cuentan sus allegados, basado en su peripecia vital, salpicada de adversidades que ha ido superando a base de tesón y trabajo. Se espera también que dé algunas pinceladas de sus nuevas propuestas, entre ellas guarderías gratis para todos los niños de menos de dos años e Internet gratis para todos los hogares.
De todas formas, la espina dorsal del discurso será la economía, en el centro de la preocupación de los votantes por muchos motivos. Corren tiempos difíciles para los bolsillos de los británicos: bajan los precios de las casas, suben las cuentas del gas y de la luz y se derrumban los bancos. Son circunstancias que no son imputables a Brown pero que lo torturan y han puesto bajo mínimos su popularidad.
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La proporción se antoja exageradamente escasa a la luz del tono que ha presidido el congreso. Y no porque no haya enfado y desánimo entre los militantes, sino porque son sentimientos que no terminan de cuajar en un liderazgo alternativo. La convicción general es que no importa demasiado el discurso que dé. Haga lo que haga, a corto plazo Brown tiene garantizada su supervivencia política.
Eso no significa que el de hoy —a las 15.00, hora peninsular española— no vaya a ser el discurso de su vida. A más de 20 puntos en las encuestas, el 'premier' debe convencer a los militantes que todavía hoy es el hombre que puede llevar al laborismo a la victoria en las urnas.
Hará un discurso personal, según cuentan sus allegados, basado en su peripecia vital, salpicada de adversidades que ha ido superando a base de tesón y trabajo. Se espera también que dé algunas pinceladas de sus nuevas propuestas, entre ellas guarderías gratis para todos los niños de menos de dos años e Internet gratis para todos los hogares.
De todas formas, la espina dorsal del discurso será la economía, en el centro de la preocupación de los votantes por muchos motivos. Corren tiempos difíciles para los bolsillos de los británicos: bajan los precios de las casas, suben las cuentas del gas y de la luz y se derrumban los bancos. Son circunstancias que no son imputables a Brown pero que lo torturan y han puesto bajo mínimos su popularidad.
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