Cerca de 600 agentes del FBI, 7.500 soldados, 10.000 efectivos de la Guardia Nacional y 25.000 policías de las fuerzas locales y federales de EEUU se han desplegado en Washington para la histórica investidura del primer presidente negro de EEUU. En total, más de 42.000 agentes, coordinados por el Servicio Secreto participan en un despliegue policial sin precendentes para garantizar la seguridad de Barack Obama, las autoridades y los cientos de miles de ciudadanos que no se quieren perder este día para la historia.
Desde hace varios días, Washington es una ciudad blindada, en la que toda medida de seguridad es poca. Las principales avenidas se encuentran llenas de barreras de cemento y vallas y varios accesos a la capital han sido cerrados. Los puentes sobre el río Potomac serán cerrados durante la tarde, sólo podrán acceder los vehículos autorizados, como los autobuses públicos o taxis previamente registrados.
Las extremas medidas de seguridad no han dejado ningún escenario de desastre al azar. Una brigada del Ejército estará en estado de alerta en la base de Fort Stewart, en Georgia, para responder a un hipotético atentado con armas químicas o biológicas.
Especial atención se ha dedicado también a los edificios a lo largo de la ruta del desfile. En algunos casos, las empresas que los ocupan han debido aportar listas de personas autorizadas a entrar.
Las autoridades pusieron a prueba el dispositivo este domingo, durante el macroconcierto celebrado en honor de Obama en el Monumento a Lincoln y al que asistieron cerca de 400.000 personas.
Pudieron respirar hondo, pues no se registraron incidentes. Sin embargo, mucha gente no pudo acceder al concierto gratuito debido a que los agentes cerraron los puntos de acceso media hora antes del comienzo, una vez que juzgaron que ya se había llenado el aforo.
Según ha explicado la jefa de Policía de Washington, Cathy Lanier, las autoridades se dieron cuenta de que se enfrentaban a una investidura de unas dimensiones mucho mayores que cualquier otra el 4 de Noviembre, cuando una marea humana celebró la victoria de Obama sobre McCain en las elecciones presidenciales.
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Desde hace varios días, Washington es una ciudad blindada, en la que toda medida de seguridad es poca. Las principales avenidas se encuentran llenas de barreras de cemento y vallas y varios accesos a la capital han sido cerrados. Los puentes sobre el río Potomac serán cerrados durante la tarde, sólo podrán acceder los vehículos autorizados, como los autobuses públicos o taxis previamente registrados.
Las extremas medidas de seguridad no han dejado ningún escenario de desastre al azar. Una brigada del Ejército estará en estado de alerta en la base de Fort Stewart, en Georgia, para responder a un hipotético atentado con armas químicas o biológicas.
Especial atención se ha dedicado también a los edificios a lo largo de la ruta del desfile. En algunos casos, las empresas que los ocupan han debido aportar listas de personas autorizadas a entrar.
Las autoridades pusieron a prueba el dispositivo este domingo, durante el macroconcierto celebrado en honor de Obama en el Monumento a Lincoln y al que asistieron cerca de 400.000 personas.
Pudieron respirar hondo, pues no se registraron incidentes. Sin embargo, mucha gente no pudo acceder al concierto gratuito debido a que los agentes cerraron los puntos de acceso media hora antes del comienzo, una vez que juzgaron que ya se había llenado el aforo.
Según ha explicado la jefa de Policía de Washington, Cathy Lanier, las autoridades se dieron cuenta de que se enfrentaban a una investidura de unas dimensiones mucho mayores que cualquier otra el 4 de Noviembre, cuando una marea humana celebró la victoria de Obama sobre McCain en las elecciones presidenciales.
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