lunes, marzo 09, 2009

La nueva ruta de la droga corrompe África



África occidental ha pasado a ser uno de los principales centros de operaciones mundiales de contrabando de cocaína de América del Sur a Europa, con el consiguiente impacto desestabilizador para la seguridad y el desarrollo de los países de la región. Alrededor del 27% (40 toneladas) de la cocaína que se consume cada año en Europa llega por la nueva ruta africana, que atraviesa países como Nigeria, Ghana, Liberia, Sierra Leona, Guinea, Guinea-Bissau, Cabo Verde, Senegal, Malí y Mauritania. En el otro extremo del continente, África oriental es el principal conducto para el tráfico de heroína, que llega de los países asiáticos a través de los aeropuertos internacionales de Addis Abeba (Etiopía) y Nairobi (Kenia), con destino a los mercados europeo y estadounidense. Éstos son algunos de los datos del informe anual de la Junta Internacional de Fiscalización de Estupefacientes (JIFE) de Naciones Unidas, que se presentó recientemente en Bogotá con presencia de los máximos responsables de la lucha contra el narcotráfico en Colombia.

La incautación creciente de cargamentos de cocaína en alta mar en el Golfo de Guinea y en el continente africano demuestra que la nueva ruta ha reemplazado la ruta tradicional de Colombia a Galicia y la llamada ruta de los veleros, por Azores, Madeira y Canarias. Como respuesta a los golpes policiales sufridos por los carteles de la droga, a finales de los 90 los narcotraficantes dirigieron la mirada a África. El escenario es perfecto. Un continente sumido en la pobreza, con una costa extensa y escasamente vigilada, y unos países violentados por guerras interminables, con gobiernos débiles, instituciones inexistentes, y jueces y policías fáciles de corromper. ¿Qué más puede pedir una organización criminal?

"Los carteles de la droga no sólo compran propiedades inmobiliarias, bancos y empresas, compran también elecciones, candidatos y partidos. En una palabra, compran poder", asegura Antonio María Costa, director ejecutivo de la Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. Poder para corromper economías débiles, inyectando fuertes sumas de dinero capaces de afectar a la moneda local; para sobornar a jueces y fiscales, que dictan sentencias cuestionables en muchos casos de tráfico de drogas; para reclutar funcionarios del sector financiero que se dedican a lavar dinero sucio; y para contratar todo tipo de mano de obra para actividades ilícitas. Tomemos el caso de Guinea-Bissau, antigua colonia portuguesa y una de las 10 naciones más pobres del mundo. La exportación de cajú a India es su primera actividad comercial. Cualquier servicio prestado al narcotráfico da más dinero. Este pequeño país africano no tiene prisión, la Policía Judicial, encargada de la lucha antidroga, cuenta con 60 agentes y un vehículo.

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