sábado, junio 20, 2009

Un gran poder terrenal y divino



Unir los poderes terrenales con los divinos ha sido el sueño de muchos gobernantes a lo largo de la historia. El ayatolá Ruholá Jomeini instituyó ese vínculo en la figura del velayat-e faqih (el gobierno del jurisconsulto) sobre la que se fundó la República Islámica en 1979. Su carisma personal hizo que nadie dudara sobre su liderazgo espiritual y político de la revolución. A su muerte, 10 años más tarde, el manto iba a venirle grande a cualquiera que le sucediera, y cuando la Asamblea de Expertos designó a Alí Jamenei no le faltaron críticas. Desde entonces, este político de raza ha logrado convertirse en el hombre más poderoso de Irán.

El líder supremo no sólo es el jefe del Estado por encima del presidente elegido, sino que debe ratificar cualquier decisión política, incluida la toma de posesión del jefe del Gobierno. Además de tener la última palabra en asuntos de seguridad nacional y política exterior, es el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de Irán, incluida la Guardia Revolucionaria, un ejército ideológico que depende directamente de su oficina y que controla también la milicia de voluntarios conocidos como basiyís. Bajo su protección, la Guardia Revolucionaria ha adquirido un notable peso en la economía del país.

Su biografía oficial dice que Alí Hoseyni Jamenei nació en la ciudad santa de Mashad el 17 julio de 1939 (www.leader.ir). Fue el segundo de los ocho hijos del ayatolá Jalad Hoseiní Jamenei, un clérigo de origen azerí. Como es habitual en las familias de la curia chií, empezó sus estudios religiosos antes incluso de completar la educación primaria. Más adelante asistió a las clases de varios destacados ayatolás, entre ellos del propio Jomeini, de quien con el paso del tiempo llegaría a ser confidente. Desde muy pronto se implicó en actividades islamistas, lo que motivó su detención en 1963.

Tras recuperar la libertad, regresó a sus estudios en Mashad, pero Jamenei se ha dedicado más a la política que a la erudición. De hecho, la SAVAK, la policía secreta del sah volvería a detenerle en media docena de ocasiones antes de la revolución. Además de persa y algo de turco (la lengua materna de su padre), domina el árabe, un idioma fundamental para cualquier estudioso del islam y que le ha permitido traducir al persa al egipcio Sayyid Qutb, uno de los teóricos de cabecera de todos los movimientos islamistas modernos y que sin duda ha influido en el conservadurismo de su pensamiento.

Cuando se inician las revueltas sociales que llevaron al derrocamiento del sah, Jamenei se encuentra desterrado en Iranshahr, en la remota provincia de Sistán-Baluchistán, cerca de la frontera con Pakistán. Vuelve entonces a Mashad, donde se une a las protestas. Antes de su regreso de París, Jomeini le incluye en el Consejo Revolucionario Islámico junto a Rafsanyaní, Beheshtí y Mottaharí (quienes fundaron luego el Partido de la República Islámica). De ahí arranca su implicación directa en los asuntos del Estado y su rivalidad con Alí Akbar Hashemí Rafsanyaní.

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