Llegó el momento de dar la oportunidad a la diplomacia y al diálogo. Es urgente encontrar una solución política a una crisis política antes de que esta se desborde. Hoy, jueves, arranca un proceso de mediación que no debe desaprovecharse. Tal vez sea esta la última oportunidad de dar una solución constitucional, pacífica y duradera a la grave crisis que vive Honduras.
En el seno de la OEA ya se ha hecho y avanzado todo lo posible, y no es poca cosa lo que se ha logrado. La reacción rápida, homogénea y firme de la totalidad de los países del sistema interamericano, dentro de la Carta de la OEA y de la Carta Democrática Interamericana, fue correcta. La sociedad internacional, toda, ha condenado por completo el golpe de Estado y ha aislado al régimen de facto y, con una sola voz, se ha solicitado el rápido restablecimiento del orden constitucional y del Estado de Derecho en el país, así como la inmediata restitución del presidente legítimo de Honduras, José Manuel Zelaya.
Por su parte, la administración del presidente Obama también ha hecho su aportación –fundamental en mi opinión–: condenar el golpe, reconocer a Zelaya como el presidente legítimo, trabajar con un enfoque multilateral dentro de la OEA y, al mismo tiempo, crear las condiciones para que las partes inicien un diálogo con la mediación del presidente Arias de Costa Rica. Afortunadamente, Estados Unidos no se ha dejado tentar por el protagonismo en esta crisis, al menos en lo formal. La política del Departamento de Estado, a cargo de Hillary Clinton, fue fiel a los compromisos expresados por Obama en la Cumbre de las Américas el pasado mes de febrero en Trinidad y Tobago, cuando se comprometió a no apoyar los golpes de Estado, a fortalecer las instancias multilaterales (en especial la OEA) y a ser un socio más y no actuar como el hermano mayor. Por ello, aunque con la capacidad de ser mediador en este conflicto, limitó su papel para ayudar a destrabar el impasse al que se había llegado, generando las condiciones para el diálogo y la mediación, y proponiendo al Presidente de Costa Rica para liderar este proceso.
La propuesta –en mi opinión– es sabia y acertada, ya que dentro de la región centroamericana nadie tiene mejores credenciales que la combinación perfecta entre Costa Rica y su Presidente: Costa Rica, por ser un país sin Ejército, pacífico, con sólidas credenciales democráticas, que no forma parte de l–os países del Alba y que ostenta en este momento la presidencia pro tempore del SICA; Óscar Arias, premio Nobel de la Paz, con sólidas credenciales y experiencia en estos temas, como su plan de paz (Esquipulas) para la región centroamericana de 1987.
Siga leyendo el editorial del diario La Nación de San José Costa Rica
En el seno de la OEA ya se ha hecho y avanzado todo lo posible, y no es poca cosa lo que se ha logrado. La reacción rápida, homogénea y firme de la totalidad de los países del sistema interamericano, dentro de la Carta de la OEA y de la Carta Democrática Interamericana, fue correcta. La sociedad internacional, toda, ha condenado por completo el golpe de Estado y ha aislado al régimen de facto y, con una sola voz, se ha solicitado el rápido restablecimiento del orden constitucional y del Estado de Derecho en el país, así como la inmediata restitución del presidente legítimo de Honduras, José Manuel Zelaya.
Por su parte, la administración del presidente Obama también ha hecho su aportación –fundamental en mi opinión–: condenar el golpe, reconocer a Zelaya como el presidente legítimo, trabajar con un enfoque multilateral dentro de la OEA y, al mismo tiempo, crear las condiciones para que las partes inicien un diálogo con la mediación del presidente Arias de Costa Rica. Afortunadamente, Estados Unidos no se ha dejado tentar por el protagonismo en esta crisis, al menos en lo formal. La política del Departamento de Estado, a cargo de Hillary Clinton, fue fiel a los compromisos expresados por Obama en la Cumbre de las Américas el pasado mes de febrero en Trinidad y Tobago, cuando se comprometió a no apoyar los golpes de Estado, a fortalecer las instancias multilaterales (en especial la OEA) y a ser un socio más y no actuar como el hermano mayor. Por ello, aunque con la capacidad de ser mediador en este conflicto, limitó su papel para ayudar a destrabar el impasse al que se había llegado, generando las condiciones para el diálogo y la mediación, y proponiendo al Presidente de Costa Rica para liderar este proceso.
La propuesta –en mi opinión– es sabia y acertada, ya que dentro de la región centroamericana nadie tiene mejores credenciales que la combinación perfecta entre Costa Rica y su Presidente: Costa Rica, por ser un país sin Ejército, pacífico, con sólidas credenciales democráticas, que no forma parte de l–os países del Alba y que ostenta en este momento la presidencia pro tempore del SICA; Óscar Arias, premio Nobel de la Paz, con sólidas credenciales y experiencia en estos temas, como su plan de paz (Esquipulas) para la región centroamericana de 1987.
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