Con la ausencia de destacados miembros del régimen, escaños vacíos y protestas en las calles de Teherán, el ultraconservador Mahmoud Ahmadinejad asumió ayer su segundo mandato de cuatro años como presidente de Irán y volvió a desafiar a las potencias occidentales.
Un amplio operativo policial y paramilitar fue desplegado en torno al Parlamento, donde centenares de iraníes retomaron las protestas por el resultado de las elecciones del 12 de junio pasado, calificadas por los opositores de fraudulentas.
Un amplio operativo policial y paramilitar fue desplegado en torno al Parlamento, donde centenares de iraníes retomaron las protestas por el resultado de las elecciones del 12 de junio pasado, calificadas por los opositores de fraudulentas.
Ahmadinejad volvió a esgrimir la alta participación electoral (del 85%) para defender la legitimidad del sistema y de su reelección, pero muchos iraníes acudieron a votar para poner fin a su gestión, y dos meses después aún sostienen que le robó el triunfo al opositor Mir Hossein Moussavi. "Como presidente, juro ante el sagrado Corán, la nación iraní y Dios, que protegeré la religión oficial, la República Islámica y la Constitución", proclamó Ahmadinejad de acuerdo con la fórmula establecida en la Carta Magna. El mandatario fue luego saludado por el jefe del Poder Judicial, Mahmoud Shahrudi.
La solemnidad del acto y el llamado a la unidad que hizo el reelegido presidente en su discurso quedaron deslucidos por las notables ausencias de figuras del régimen en la ceremonia. El presidente del Parlamento, Ali Larijani, ex negociador nuclear y distanciado de Ahmadinejad, debió sortear las formalidades cuando en la ceremonia agradeció la presencia de las diferentes autoridades, entre ellas, "miembros del Consejo de Discernimiento y de la Asamblea de Expertos".
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