Una cosa es que Evo Morales gane las elecciones de diciembre y otra muy diferente que se abra vía libre a la hegemonía. Muchos sectores no permanecerán insensibles ante semejante cometido. En países pobres como el nuestro, el pueblo es siempre avispero quieto o que se revuelve a intensidad diferenciada. Esto último, si las fallas en la microeconomía le rebajan sus ingresos o le castigan con el desempleo.
Una crisis sobrecargada de ambos elementos termina convirtiendo el poder político en bracero achicharrante. Es inevitable que a los aplausos iniciales sucedan rechiflas a los pasantes temporales por el mando supremo de un país.
En macroeconomía, descienden las reservas monetarias del Banco Central y declinan los ingresos por exportaciones de productos básicos, como los hidrocarburos. Se dispara el gasto público por los programas de asistencia social de tipo político–electoralista. Y lo peor, rebanan las reservas monetarias inversiones de riesgo multimillonarias, como la que hará YPFB, ya que recién a última hora el Gobierno asume la necesidad de brindar seguridad jurídica a la inversión extranjera en el frente hidrocarburífero.
Entretanto… gastos poco justificables y de igual efecto comprensor son los de tipo armamentista y la compra de un satélite de altísimo costo.
En lo político, podría proseguir la pugna entre el Gobierno y las regiones. Lo "plurinacional" ajustado a diseño constitucional sobre territorio, pertenencia étnico–cultural y autonomía, apareja riesgos de conflictividad.
Ganar para después proseguir en la confrontación de cara a la hegemonía política total (el Gobierno controlando el Legislativo y el Poder Judicial), de espaldas a los riesgos de un caldeado ambiente político y social a partir de 2010, es lo menos que puede hacer el MAS. Lo prudente y racional es que cambie de estrategia y que después de diciembre, sobre todo si no logra controlar el Senado, como se propone, apueste a fórmulas de diálogo y concertación con la oposición.
Fuente: Editorial del diario Los Tiempos de Cochabamba, Bolivia
Una crisis sobrecargada de ambos elementos termina convirtiendo el poder político en bracero achicharrante. Es inevitable que a los aplausos iniciales sucedan rechiflas a los pasantes temporales por el mando supremo de un país.
En macroeconomía, descienden las reservas monetarias del Banco Central y declinan los ingresos por exportaciones de productos básicos, como los hidrocarburos. Se dispara el gasto público por los programas de asistencia social de tipo político–electoralista. Y lo peor, rebanan las reservas monetarias inversiones de riesgo multimillonarias, como la que hará YPFB, ya que recién a última hora el Gobierno asume la necesidad de brindar seguridad jurídica a la inversión extranjera en el frente hidrocarburífero.
Entretanto… gastos poco justificables y de igual efecto comprensor son los de tipo armamentista y la compra de un satélite de altísimo costo.
En lo político, podría proseguir la pugna entre el Gobierno y las regiones. Lo "plurinacional" ajustado a diseño constitucional sobre territorio, pertenencia étnico–cultural y autonomía, apareja riesgos de conflictividad.
Ganar para después proseguir en la confrontación de cara a la hegemonía política total (el Gobierno controlando el Legislativo y el Poder Judicial), de espaldas a los riesgos de un caldeado ambiente político y social a partir de 2010, es lo menos que puede hacer el MAS. Lo prudente y racional es que cambie de estrategia y que después de diciembre, sobre todo si no logra controlar el Senado, como se propone, apueste a fórmulas de diálogo y concertación con la oposición.
Fuente: Editorial del diario Los Tiempos de Cochabamba, Bolivia
No hay comentarios.:
Publicar un comentario